—No lo haría,— dijo Alejandro con firmeza. —No importa lo que estés pensando, desde ahora, en la vida y en la muerte, solo serás mía, de Alejandro. Señora Méndez, por favor cuida de mí el resto de nuestras vidas.Ximena, con sus ojos brillantes de emoción y una sonrisa que iluminaba su rostro, miró directamente a Alejandro. Su voz, suave y llena de afecto, resonó en el silencio expectante:—Señor Méndez, gracias por estar en mi futuro. No puedo imaginar una vida sin ti a mi lado.Alejandro, cautivado por la belleza y las palabras de Ximena, bajó lentamente la mirada hasta posarla en los labios rojos de su amada. El tiempo pareció detenerse por un instante. Con un movimiento suave y decidido, rodeó la cintura de Ximena con sus brazos, acercándola aún más a él. El calor de sus cuerpos y la intensidad de sus miradas hablaban más que mil palabras.Sin apartar los ojos de Ximena, Alejandro se inclinó lentamente. Los invitados contuvieron la respiración, anticipando el momento. Finalmente, s
Zacarías negó con la cabeza: —Niña, puedo consentirte en todo, excepto en esto. No te ayudaré. Todos debemos aprender a separarnos, te lo dije desde el principio.Liliana se secó las lágrimas, afligida: —Pero...—No hay peros,— dijo Zacarías. Aunque le dolía ver llorar a Liliana, sabía que no podía intervenir en ciertas cosas.No le dio más explicaciones a Liliana, pues hay cosas que los niños deben experimentar por sí mismos.La vida está llena de altibajos, frustraciones, tristezas y alegrías. Solo al probar todo esto se puede decir que uno ha vivido realmente.Después de un rato, Zacarías continuó: —Niña, despídete bien de Fabián. No te quedes con remordimientos.—¡No quiero! ¡No quiero despedirme! ¡Odio las despedidas!Liliana gritó enojada y se metió en su cama, llorando cada vez más fuerte.En casa de Fabián, durante la cena, apenas tocó su comida. Para no preocupar a su familia, comió un poco y dejó el tenedor. Salió hacia el patio.Su prima le preguntó: —Fabián, ¿a dónde va
Liliana siguió gritando: —¡No quiero nuevos amigos, solo quiero a Fabián! Sé que cuando se vaya, tendrá muchos amigos nuevos. ¡Con el tiempo se olvidará de mí!Ximena se frotó las sienes con frustración. Alejandro, al ver esto, dejó los documentos que tenía en la mano y preguntó: —¿Liliana sigue sin entender razones?—Sí,— asintió Ximena. —No para de llorar, ya no sé cómo consolarla.Alejandro se levantó y tomó el teléfono de Ximena. Al ponerlo en su oído, escuchó claramente el llanto de Liliana. Su corazón se encogió al oírla.—Liliana,— dijo Alejandro con voz firme. —Deja de hacer berrinches.—¿Papá también cree que estoy siendo irracional?— preguntó Liliana dolida. —Solo quiero mantener a un amigo, ¿eso está mal?Alejandro respondió: —¿Tanto deseas que se quede? ¿Tiene que ser precisamente este amigo?—¡Sí!— afirmó Liliana con determinación. —¡Solo quiero a este amigo! ¡Los demás compañeros son muy falsos!Alejandro soltó una risa sarcástica. —Bien, si tanto quieres que Fabián se
Fabián miró a Liliana y respondió con sinceridad: —He estado aquí parado por mucho tiempo.Liliana se sorprendió ante las palabras de Fabián, sus ojos se abrieron de par en par y lo miró directamente, una mezcla de asombro y vergüenza cruzando su rostro. Su voz salió temblorosa:—Entonces, todo lo que grité en casa... ¿Lo escuchaste? ¿Estabas allí todo el tiempo?—Sí,— confirmó Fabián con voz suave, su mirada llena de comprensión y arrepentimiento. —Lo escuché todo, Liliana. Cada palabra. Y quiero que sepas que lo siento mucho. Entiendo que estés enojada, y tienes todo el derecho a estarlo.Liliana apretó los labios, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse. Después de un momento, logró decir:—No es tu culpa, Fabián. No tienes por qué disculparte. Yo... yo soy la que debería pedir perdón por mi comportamiento.—No, Liliana,— insistió Fabián, su voz firme pero gentil. —Es mi culpa porque te hice llorar. Nunca quise causarte dolor. Tienes que saber que yo tampoco qu
Ximena asintió: —¿Tú también estás contando los días?Simona se tocó el pecho: —¡Es que estoy nerviosa! Le pregunté al ginecólogo y me dijo que el segundo parto suele adelantarse. Como aún no hay señales, estoy tan preocupada que casi no puedo comer ni dormir.—Ay, tú,— Ximena sonrió y negó con la cabeza. —Te quejas de que ellos desgastan los libros de embarazo, pero en realidad estás mil veces más preocupada.Simona rió y puso su mano en el vientre de Ximena: —Es que quiero conocer pronto a nuestro bebé. Al fin y al cabo, será el niño que adoptaremos.Justo al decir esto, Ximena se detuvo de repente. Se tocó el vientre y frunció el ceño.Simona la miró confundida: —¿Xime?Ximena bajó la mirada rígidamente y vio un líquido deslizándose por sus piernas.Agarró el brazo de Simona mientras sentía punzadas de dolor en el vientre: —Simona, ¡llama a una ambulancia!Simona abrió mucho los ojos y alzó la voz: —¡¿Se rompió la fuente?!El grito de Simona llegó hasta Alejandro y Mariano, qu
Las palabras de Mariano cayeron en oído sordo.Alejandro, con el rostro ensombrecido por la preocupación y la angustia, se giró lentamente, alejándose de la puerta de la sala de parto. Sus pasos pesados lo llevaron hasta una silla cercana en la sala de espera. Se desplomó en ella, sintiendo como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros.Con un suspiro profundo y tembloroso, apoyó la frente en sus manos entrelazadas. Sus dedos se entrelazaron con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos. Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente, reflejando la tormenta emocional que se desataba en su interior.Alejandro siempre había sabido, en teoría, que dar a luz era un proceso doloroso. Había leído sobre ello, había escuchado historias, pero nada lo había preparado para la realidad que estaba viviendo. El sufrimiento de Ximena era palpable, incluso a través de las paredes. Cada grito, cada gemido de dolor, se clavaba en su corazón como una daga.En todos los años que llevaba conoc
Por la noche.Manuel les dio la buena noticia a Nicolás y Leo, que acababan de regresar de entrenar. Incluso les permitió hacer una videollamada con Ximena para ver a su nuevo hermanito.La llamada se conectó al teléfono de Alejandro, quien contestó rápidamente.Al ver a los dos chicos bronceados, Alejandro arqueó una ceja y bromeó: —¿Fueron a excavar minas en África?Nicolás hizo una mueca: —¿Por qué no vienes y lo pruebas tú mismo?Leo le dio una palmada en el hombro a Nicolás: —Nicolás, al grano, no tenemos mucho tiempo.Nicolás asintió: —¿Dónde está nuestro hermanito?Alejandro apuntó el teléfono hacia el bebé en la cuna, sin mostrar ningún cariño en su mirada.—Aquí está.Nicolás lo miró y frunció el ceño: —¿Por qué es tan feo?Leo también se quedó perplejo: —¿Este es nuestro hermano?—¡Es un mono!De repente, se escuchó la voz de Liliana desde la puerta.Alejandro se giró sorprendido y vio a Liliana entrando de la mano de Simona.—¿Liliana? ¿Cómo has vuelto?Liliana se acer
——Mateo,— pronunció Alejandro. —¿Sabes qué significa ese nombre? Es 'regalo de Dios', algo muy especial.—¡Vaya!— exclamó Liliana, sus ojos brillando con asombro y una pizca de envidia. —Eso suena mucho más bonito y significativo que nuestros nombres, ¿no crees?Luego, entrecerrando los ojos con picardía, la niña se dirigió a su padre en tono de broma: —¿No será que estás mostrando un poquito de favoritismo con el nuevo bebé?Alejandro no pudo evitar soltar una risa suave ante el comentario de su hija. Con ternura, levantó a Liliana y la sentó cómodamente en su regazo. —Oh, cariño,— le dijo con cariño: —no creo que el nombre de tu hermanito sea mejor que los suyos. Si tuviera que mostrar favoritismo por alguno, te aseguro que sería contigo, no con él.—¿Eh?— Liliana ladeó la cabeza, visiblemente confundida por las palabras de su padre. —Pero papá,— argumentó con inocencia: —el hermanito es el más pequeñito de la familia. ¿No sería más normal que tú lo favorecías a él?Alejandro: —Tra