Liliana siguió gritando: —¡No quiero nuevos amigos, solo quiero a Fabián! Sé que cuando se vaya, tendrá muchos amigos nuevos. ¡Con el tiempo se olvidará de mí!Ximena se frotó las sienes con frustración. Alejandro, al ver esto, dejó los documentos que tenía en la mano y preguntó: —¿Liliana sigue sin entender razones?—Sí,— asintió Ximena. —No para de llorar, ya no sé cómo consolarla.Alejandro se levantó y tomó el teléfono de Ximena. Al ponerlo en su oído, escuchó claramente el llanto de Liliana. Su corazón se encogió al oírla.—Liliana,— dijo Alejandro con voz firme. —Deja de hacer berrinches.—¿Papá también cree que estoy siendo irracional?— preguntó Liliana dolida. —Solo quiero mantener a un amigo, ¿eso está mal?Alejandro respondió: —¿Tanto deseas que se quede? ¿Tiene que ser precisamente este amigo?—¡Sí!— afirmó Liliana con determinación. —¡Solo quiero a este amigo! ¡Los demás compañeros son muy falsos!Alejandro soltó una risa sarcástica. —Bien, si tanto quieres que Fabián se
Fabián miró a Liliana y respondió con sinceridad: —He estado aquí parado por mucho tiempo.Liliana se sorprendió ante las palabras de Fabián, sus ojos se abrieron de par en par y lo miró directamente, una mezcla de asombro y vergüenza cruzando su rostro. Su voz salió temblorosa:—Entonces, todo lo que grité en casa... ¿Lo escuchaste? ¿Estabas allí todo el tiempo?—Sí,— confirmó Fabián con voz suave, su mirada llena de comprensión y arrepentimiento. —Lo escuché todo, Liliana. Cada palabra. Y quiero que sepas que lo siento mucho. Entiendo que estés enojada, y tienes todo el derecho a estarlo.Liliana apretó los labios, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse. Después de un momento, logró decir:—No es tu culpa, Fabián. No tienes por qué disculparte. Yo... yo soy la que debería pedir perdón por mi comportamiento.—No, Liliana,— insistió Fabián, su voz firme pero gentil. —Es mi culpa porque te hice llorar. Nunca quise causarte dolor. Tienes que saber que yo tampoco qu
Ximena asintió: —¿Tú también estás contando los días?Simona se tocó el pecho: —¡Es que estoy nerviosa! Le pregunté al ginecólogo y me dijo que el segundo parto suele adelantarse. Como aún no hay señales, estoy tan preocupada que casi no puedo comer ni dormir.—Ay, tú,— Ximena sonrió y negó con la cabeza. —Te quejas de que ellos desgastan los libros de embarazo, pero en realidad estás mil veces más preocupada.Simona rió y puso su mano en el vientre de Ximena: —Es que quiero conocer pronto a nuestro bebé. Al fin y al cabo, será el niño que adoptaremos.Justo al decir esto, Ximena se detuvo de repente. Se tocó el vientre y frunció el ceño.Simona la miró confundida: —¿Xime?Ximena bajó la mirada rígidamente y vio un líquido deslizándose por sus piernas.Agarró el brazo de Simona mientras sentía punzadas de dolor en el vientre: —Simona, ¡llama a una ambulancia!Simona abrió mucho los ojos y alzó la voz: —¡¿Se rompió la fuente?!El grito de Simona llegó hasta Alejandro y Mariano, qu
Las palabras de Mariano cayeron en oído sordo.Alejandro, con el rostro ensombrecido por la preocupación y la angustia, se giró lentamente, alejándose de la puerta de la sala de parto. Sus pasos pesados lo llevaron hasta una silla cercana en la sala de espera. Se desplomó en ella, sintiendo como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros.Con un suspiro profundo y tembloroso, apoyó la frente en sus manos entrelazadas. Sus dedos se entrelazaron con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos. Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente, reflejando la tormenta emocional que se desataba en su interior.Alejandro siempre había sabido, en teoría, que dar a luz era un proceso doloroso. Había leído sobre ello, había escuchado historias, pero nada lo había preparado para la realidad que estaba viviendo. El sufrimiento de Ximena era palpable, incluso a través de las paredes. Cada grito, cada gemido de dolor, se clavaba en su corazón como una daga.En todos los años que llevaba conoc
Por la noche.Manuel les dio la buena noticia a Nicolás y Leo, que acababan de regresar de entrenar. Incluso les permitió hacer una videollamada con Ximena para ver a su nuevo hermanito.La llamada se conectó al teléfono de Alejandro, quien contestó rápidamente.Al ver a los dos chicos bronceados, Alejandro arqueó una ceja y bromeó: —¿Fueron a excavar minas en África?Nicolás hizo una mueca: —¿Por qué no vienes y lo pruebas tú mismo?Leo le dio una palmada en el hombro a Nicolás: —Nicolás, al grano, no tenemos mucho tiempo.Nicolás asintió: —¿Dónde está nuestro hermanito?Alejandro apuntó el teléfono hacia el bebé en la cuna, sin mostrar ningún cariño en su mirada.—Aquí está.Nicolás lo miró y frunció el ceño: —¿Por qué es tan feo?Leo también se quedó perplejo: —¿Este es nuestro hermano?—¡Es un mono!De repente, se escuchó la voz de Liliana desde la puerta.Alejandro se giró sorprendido y vio a Liliana entrando de la mano de Simona.—¿Liliana? ¿Cómo has vuelto?Liliana se acer
——Mateo,— pronunció Alejandro. —¿Sabes qué significa ese nombre? Es 'regalo de Dios', algo muy especial.—¡Vaya!— exclamó Liliana, sus ojos brillando con asombro y una pizca de envidia. —Eso suena mucho más bonito y significativo que nuestros nombres, ¿no crees?Luego, entrecerrando los ojos con picardía, la niña se dirigió a su padre en tono de broma: —¿No será que estás mostrando un poquito de favoritismo con el nuevo bebé?Alejandro no pudo evitar soltar una risa suave ante el comentario de su hija. Con ternura, levantó a Liliana y la sentó cómodamente en su regazo. —Oh, cariño,— le dijo con cariño: —no creo que el nombre de tu hermanito sea mejor que los suyos. Si tuviera que mostrar favoritismo por alguno, te aseguro que sería contigo, no con él.—¿Eh?— Liliana ladeó la cabeza, visiblemente confundida por las palabras de su padre. —Pero papá,— argumentó con inocencia: —el hermanito es el más pequeñito de la familia. ¿No sería más normal que tú lo favorecías a él?Alejandro: —Tra
Ximena dejó escapar un suave suspiro. —Sí.—¿Qué pasó?—Es por Fabián.Una sombra de cansancio cubrió el rostro de Ximena. —Parece que a Liliana le gusta Fabián. Como no pudo contactarlo, se puso a llorar.El semblante de Alejandro se fue oscureciendo. —Voy a hablar con ella.—¡No vayas!— Ximena lo detuvo rápidamente. —Deja que Liliana se calme por sí misma. Tus palabras no resolverán nada.—¿Vas a permitir que tenga un romance precoz?— Alejandro fue directo al grano sobre la situación de Liliana.Ximena negó con la cabeza. —No se trata de permitirlo. Ella misma no tiene claro lo que siente por Fabián. ¿Para qué forzar las cosas? Quizás nos equivocamos y Liliana solo valora mucho esta amistad.Alejandro se sentó al borde de la cama de Ximena. —Si no la orientamos, Liliana podría estar triste por mucho tiempo.—Confiemos en Liliana,— dijo Ximena. —Creo que nuestra hija podrá superarlo por sí misma. Ya sea en un día o dos, en un año o dos, ella lo entenderá. Alejandro, todos tenemos que
Catorce años después...En el aeropuerto, varios viajeros miraban a una joven con cola de caballo que corría a toda velocidad.Ella se abrió paso entre la multitud hasta llegar a la zona de llegadas.Al ver a dos hombres de porte erguido a lo lejos, aceleró aún más su carrera.—¡Leo! ¡Nicolás!— gritó, corriendo directamente hacia los dos hombres que se voltearon al oír su voz.Abrió los brazos y se lanzó sobre ellos.Los dos hombres se apresuraron a abrir los brazos para recibir su abrazo de oso.—¡Nicolás, Nicolás! ¡Bienvenido de vuelta al país!Los abrazó fuertemente por el cuello, frotando su cara contra ellos con cariño.—Liliana, ya estás grande para seguir siendo tan mimada.—¡Liliana! ¿Quieres asfixiarme?Los dos hombres hablaron al mismo tiempo. Liliana, con los ojos húmedos, los soltó.Ya de pie, se secó las lágrimas.Esbozó una dulce sonrisa mostrando sus dientes blancos. —Hermanos, bienvenidos a casa.Nicolás curvó los labios y le dio unas palmaditas en la cabeza. —Sí, ya vo