—Señor Torres, ya conoces mi verdadera identidad, y deberías saber que las desgracias que usted mismo puede prevenir, la señorita de la familia Escobar también tiene esa capacidad. Yo, no necesito ya nada de usted.

Esas dos frases eran bastante despiadadas.

¡La Yaritza anterior ya había muerto!

Diego sonrió amargamente. La amaba. Si no la amara, ¿cómo habría superado todas las dificultades para casarse con una muchacha bajada directamente de las montañas sin conocer su verdadera identidad?

Sin embargo, durante esos cinco años, el rápido crecimiento de Torres Innovación hizo que la pasara por alto. Pensó que todo lo que ella hizo como su esposa era algo que debía hacer. Estaba demasiado acostumbrado a esa comodidad.

Fue hasta que se enteró de sus sacrificios silenciosos, y se dio cuenta de que ella fue fundamental en el crecimiento de Torres Innovación... pero ya era demasiado tarde.

—No voy a renunciar, incluso si me lleva toda la vida hacerlo —Sus ojos se volvieron carmesí, y la mira