La fuerza de la luna suele ser sorprendente, su energía inestable y su sabiduría magnífica.El espíritu de la luna siempre ha sido algo de temer, algo peligroso e inestable que hay que aprender a controlar con mucho cuidado. Es esa una de las razones por las que Isabel jamás había tenido que cumplir con la Luna Gigante, debido a que ésta aún no podía controlar sus propios poderes y el trabajo siempre se le era dado a su padre.Aún así, allí se encontraba Isabel, en medio del bosque siendo poseída por la magia de la luna, el espíritu de la antigua y original madre astral. Todo el poder tomaba cargo de su cuerpo y no existía nada que ella pudiese hacer para detenerlo, más que simplemente soportar el dolor y la posesión aceptando la cruel realidad, que ahora debía ser ella quién llevase esta responsabilidad.Sólo podía agradecer una cosa y era que no recordaría nada de lo que hiciese mientras la luna era dueña de ella.Se encontraba bajo la luz de la misma en un pequeño claro entre la es
Mi pequeño hijo...Escucho a lo lejos una mujer hablar.Mi pequeño y valiente guerrero, takeshi.Me remuevo agitado y una opresión comienza a asfixiarme.Mamá te ama, papá te ama.Abro los ojos dando un pequeño salto en la cama y trato de orientarme.¿Dónde estoy? — Me digo.Observo alrededor y realizo que me encuentro en un campamento en una de las tantas cuevas de las montañas del norte. Hay más camas cerca de la mía donde yacen guerreros y entes del bosque heridos siendo atendidos por las sacerdotisas.Vuelvo mi vista hacia el frente y lo que veo es el techo de la cueva, respiro profundamente y cierro los ojos.De repente, una luz blanca atraviesa el lugar haciendo que todo salga disparado por los aires al mismo que escucho gente gritar del susto. Me siento en la cama y segundos después aparece un estruendo que hace temblar la tierra haciendo que todos caigamos al piso.— ¿Qué es eso? — Preguntan a lo lejos.— ¿Qué fue esa onda de luz? — Pregunta Quirón a Genosse.— ¡Mi reina! — Ll
— Tu deber, es proteger a la estirpe Alejandro. — Dice Nascút.— Pero... El pueblo... — Menciono observándolas.— Mi hermana menor tiene razón, es tu deber como caballero, como portador del Hilo Dorado, y como su amante. — Continúa Moare.Isabel me observa nerviosa y me toma del brazo, vuelvo mi mirada hacia las norias y éstas parecen estar de acuerdo.— Nosotras ayudaremos a proteger el bosque, las dríadas lucharán de nuestro lado al igual que los Ents y los demás entes y espíritus protectores escondidos. Podremos defenderlo, no te preocupes kitsune. Por los momentos... — Explicó Nascút y señaló a Isabel. — Ella, es tu mayor prioridad.— Pero... — Replico una vez más.— Nada, es vuestro deber Alejandro. — Culmina Viatä, y asiento.— ¿Cómo nos iremos? ¿Hacia dónde debemos ir? ¿Cual buscamos primero? — Preguntó Isabel a las norias.Las tres alzaron sus manos y la niebla hizo un remolino del cual al disiparse salieron dos caballos.— Me parece que, los conocen ¿No? — Mencionó Moare.Amb
Una antigua espada, blandida en guerra, marcada, manchada en sangre, fiel servidora y ejemplo de orgullo, admiración y pasión... ¿Quién eres?Ambos huíamos a todo dar por el túnel de neblina de las norias.Sentía mi alma despedazarse, el sólo hecho de pensar que abandonaba a un pueblo que me recibió con los brazos abiertos en el momento en que más ayuda y apoyo necesitaban, me consumía lentamente.Era el pueblo de Alejandro, su familia, sus amigos, conocidos, su madre y hasta hermanos adoptivos, todos dejados atrás por el simple hecho de protegerme, de protegernos, de proteger la sangre de mi familia, pero específicamente... Por mí.Giré a verlo y tenía una mirada determinante, fija hacia el frente, tragué en seco y volteé hacia atrás.— Un túnel demasiado grande y largo como para haber sido sacado de la nada... — Susurré.Suspiré en respuesta y seguí cabalgando a Storm ganándole unos pocos metros a Alejandro.Mis marcas tenían cierta luz tenue amarilla y fugazmente tuve la sensación
Honestamente, no sabía dónde me encontraba y Alejandro parecía estar tan atónito como yo. Había veces en que parecíamos reconocer ciertas zonas pero luego así como esa sensación aparecía, desaparecía... Fugazmente.Empezó a oscurecer y nos adentramos en la cueva, la cual tenía algunos troncos de madera que podríamos usar para hacer fogata fácilmente.— Creo que las norias pensaron en todo, de cierta manera, es como... — Comencé a decir bajando de Storm y estirando el cuerpo.—... Si supieran que esto iba a pasar. — Me miró completando mi oración. — Sí, yo pensé igual.Ambos nos observamos por unos momentos algo angustiados.— Nos tocará dormir aquí esta noche, seguiremos el camino al amanecer, haré guardia no te preocupes. — Mencionó Alejandro tras encender la fogata. — No tienes que, es un sitio escondido. ¿Quién nos podría encontrar aquí? — Pregunté.Alejandro se paralizó unos segundos y sentí un frío recorrer mi cuerpo.— Isabel... Nos emboscaron, sabían nuestra posición. Ya en es
Al pasar el otro día, llegamos a un mini pueblado de al menos unas 6 u 8 casas que a su vez vendían armas y provisiones. Allí, pasé por el pseudónimo de "Rose" y compré un arco.Alejandro me mencionó que tenía buena puntería y que para comenzar sería bueno algo sencillo como arquería antes de irme con la espada ya que era muy pesada. En el camino me hacía practicar a distancia montada desde el lomo de Storm apuntando hacia los árboles y frutas en la distancia.Ese mismo d&iac
La venganza es un plato que se sirve frío.Muchas veces las cosas no salen como se esperan, y otras veces salen incluso mejor de lo que se había planeado.Justo como en este caso.El General del Distrito 7, antiguo hermano de Sebastian y a su vez su asesino, se encontraba en las rejas del castillo observando detalladamente desde el lomo de un corcel negro los restos
— Quizás sea hora de irme, de desaparecer finalmente. Después de tanto, ya todo acabó y él está listo ¿No? — Me cuestiono frente al espejo en medio de la noche.Tomo una capucha y tras usarla cubriendo mi cuerpo y parte de mi cabeza salgo de la habitación con mi katana atada a mi cintura y mi medallón colocado entre los pliegues de mi camisa.Quizás, al menos por un tiempo deba esconder esto... — Pienso al ver deliberadamente el objeto bajo mis narices, lo tomo entre mis manos para luego esconderlo entre mis bolsillos volviendo mi vista hacia al frente observando los pasillos.— Deben ser alrededor de las dos de la mañana, todos están dormidos. — Menciono al ver el cielo nocturno a través de los ventanales bañados en luz de luna al mismo que el gélido viento los traspasa al interior del castillo tornando el ambiente frío. — ¿Por qué entonces me escondo y trato de escabullirme entre los pasillos de mi propio palacio?Me detengo un segundo en medio del camino y miro hacia mis manos las