La mirada de Simon se volvió gélida mientras estaba fija en la caja negra.

¿Cenizas?

Su respiración se aceleró aún más que antes. Sus ojos estaban pegados a esa caja, aunque hubiera millones de voces gritando en su cabeza que no, que no eran sus cenizas y que aún no estaba muerta.

Sin embargo, la tristeza en sus ojos se extendió rápidamente...

Al cabo de un rato, él agarró la caja negra con fiereza y levantó los brazos para destrozarla.

“¿Qué cenizas? Ella aún no está muerta, ¿por qué habrían cenizas?”.

“Destrózala. Solo destrózala y ya no quedará nada de ella”, dijo Penelope rápidamente cuando él tenía los brazos levantados.

Simon se detuvo bruscamente. Quería romperla, pero tenía miedo. ¿Y si realmente eran sus cenizas?

Él se quedó parado levantando la caja. No sabía qué hacer en ese momento.

Penelope pudo ver claramente el conflicto, el dilema y el dolor en el rostro de él. El corazón de ella empezó a dolerle también.

Sharon lo había estado molestando durante demasiado tie