—Sí. Voy a estar perfectamente, nada de qué preocuparse —le aseguró—. Ahora solo tenemos con concentrarnos en que Charlie está bien y está contigo y ya siempre va a ser así. ¿De acuerdo? Mala asintió mientras nuevas lágrimas salían de sus ojos. —Gracias —susurró desde el fondo de su corazón—. No t
Mala miró a su alrededor mientras hacía la única maleta que estaba dispuesta a llevarse. Solo seleccionó lo necesario, y por más que las chicas insistieron, ella no aceptó llevarse nada que no necesitara realmente. Sabía que Chris estaba tomando aquella decisión porque todo se había acabado, pero po
Moe y Kainn avanzaron con precaución a través del espeso bosque hasta llegar a un pequeño invernadero que los dos conocían muy bien. A medida que se acercaban, los gritos groseros de una mujer resonaban en el aire. La tensión se palpaba en el ambiente, pero los hombres ya iban preparados para lo que
—Esta vez yo me ocuparé —declaró Kainn mientras salían del invernadero y él apagaba las luces y cerraba con llave—. Vete tranquilo. ¡O mejor, vete nervioso y haz algo al respecto! No puedes dejar ir a Mala así, Moe. Caminaron hasta la casa y Chris pasó a saludar a sus sobrinas, que estaban más que
Mala estaba parada en el andén del tren Eurostar, sosteniendo a su bebé en brazos. A su lado su amiga Jovana apoyó la cabeza en su hombro y juntas miraron el enorme mapa de las rutas que había en la pared. —¿Estás segura de que quieres venir conmigo? Sabes que esto implicará un cambio completo en n
Mala caminaba entre las mesas del restaurante, atendiendo alegremente a los comensales que disfrutaban de su cena. Ya había caído la noche y el clima era suave y fresco. Como el restaurante estaba en el mismo muelle, el aroma del mar le llegaba junto a una especial sensación de libertad. Con una so
Chris se inclinó hacia ella, con los labios a escasos centímetros de los suyos antes de atacarlos, y Mala sintió que las piernas le flaqueaban. Aquel beso parecía no tener fin, las paredes se cerraban a su alrededor y el mundo entro parecía colapsar sobre la boca de aquel hombre. La respiración de M
Mala era toda suya, y Chris no podía resistirse a comprobarlo una vez tras otra. Sus manos recorrían su cuerpo como si fuera un territorio a conquistar mientras seguía empujándose dentro de ella con ferocidad. Sus bocas volvían a encontrarse en besos desesperados, el calor entre ellos se desbordaba,