EllaHay docenas de niños en esta tienda, quizá cientos, y se me parte el corazón al verlos. Cada uno de los niños está tumbado en un catre médico, atendido por un personal muy reducido de trabajadores médicos y sociales que parecen agotados. “Dios mío, Isabel”, murmuro con el corazón en un puño. “¿
El don, en su gracia, puede sentir cuando algo está mal, y sabe cómo arreglarlo. En realidad, en todas las cosas, yo solo soy el conducto. Pero mientras pongo el don a trabajar, estoy muy, muy agradecida a mi madre por dejarme ser el conducto de este don en particular. Es casi como si supiera que me
Ella “Ay, Ella”, suspira Cora, con los hombros caídos al ver mi reacción a sus palabras. Se acerca a mí y me envuelve en un fuerte abrazo. “Lo siento”, murmura en mi pelo, “no debería haberlo dicho así”. “No”, resoplo, “tienes razón, debería haberte escuchado...”. “No pasa nada. Te has portado muy
Ella “Dominic”, murmuro, acercándome a él. “No”, suelta, alejándose un paso de mí y negando con la cabeza. “Sé que quieres ayudar, pero no puedo permitir que te pongas en peligro de esta manera”. Balbucea un momento, se aparta de mí y baja la cabeza, llevándose una mano a la cara. Me acerco a él,
______________________ Una hora más tarde, después de ducharme y comer lo que Sinclair había pedido para mí, nos instalamos en la cama a oscuras. O casi, porque he encendido una vela con olor a magnolia en la mesilla de noche para poder ver los cambios en su cara mientras hablamos. Es tan apuesto,
Ella Suspiro, cerrando los ojos un segundo. “Me había olvidado por completo de los atalaxianos”, murmuro. “Has tenido un día muy largo”, responde Sinclair, aunque eso no es realmente una excusa. No para una reina, que tiene que compaginarlo todo. Me tomo un momento para ordenar mis pensamientos
“Lo sé”, suspiro, sacudiendo un poco la cabeza. “Ha sido... un día más loco de lo que pensaba”. “De verdad”, dice, sorprendido. “¿Qué ha pasado?”. Y entonces me suelta, acercándose a la puerta para girar la cerradura y luego me coge de la mano, llevándome a la cocina, donde estoy segura de que hay
Cora Roger guarda silencio durante un largo rato, sonriéndome con suficiencia, obligándome a contestar. “No prometo nada”, respondo después de un largo momento, sacudiéndome el pelo hacia atrás de una forma altiva que le hace reír. “Pero en serio, ¿qué pasa?”. “Bueno”, suspira Roger, dejando caer