“Lo sé”, suspiro, sacudiendo un poco la cabeza. “Ha sido... un día más loco de lo que pensaba”. “De verdad”, dice, sorprendido. “¿Qué ha pasado?”. Y entonces me suelta, acercándose a la puerta para girar la cerradura y luego me coge de la mano, llevándome a la cocina, donde estoy segura de que hay
Cora Roger guarda silencio durante un largo rato, sonriéndome con suficiencia, obligándome a contestar. “No prometo nada”, respondo después de un largo momento, sacudiéndome el pelo hacia atrás de una forma altiva que le hace reír. “Pero en serio, ¿qué pasa?”. “Bueno”, suspira Roger, dejando caer
Cora Cuando abro los ojos, me quedo boquiabierta ante la hermosa vista que tengo delante. Frente a mí, el océano se extiende hasta donde alcanza la vista, y allí, en el horizonte, apenas se vislumbra la mínima pizca de sol, que por fin descansa bajo el horizonte. Miro a izquierda y derecha y me re
Cora Tras unos minutos así, o quizá una hora, sinceramente no sé cómo funciona el tiempo aquí, la felicidad del bebé se desvanece y luego se hace el silencio. Pero no de mala manera, sino como si... “Se ha dormido”, murmura Roger, riendo un poco y dejándose caer de nuevo en la cama, llevándome con
“Creo que va a salir bien”, digo, mirando detrás de mi loba. “Está muy emocionada”. Ambos aceleramos nuestros pasos cuando mi loba se detiene junto a un pequeño parche de arbustos verdes y de nuevo gira en su ansioso círculo. Sus saltos se vuelven aún más ansiosos a medida que nos acercamos. Ven,
Cora Cuando me despierto a la mañana siguiente, el sol del amanecer ya se cuela por las ventanas, y soy absolutamente, sin lugar a dudas, la más feliz que he sido nunca. Estoy acurrucada junto a mi pareja, con la mano en su pecho, donde la puse cuando me quedé dormida, y cuando levanto la vista y l
Miro sorprendida a mi hijo, atado a su sillita. “¿Sabe cuándo está cerca su tía?”, le pregunto, curiosa. Pero, obviamente, no contesta. “Pues hoy estás muy radiante y animada”, digo cuando Cora abre la puerta y se asoma al interior del coche, parpadeando un poco sorprendida al ver a los dos hombres
Ella “Tú, la futura reina”, dice Hank, sacudiendo la cabeza hacia mí, “me pediste que estuviera aquí, ¿y ya tu amiga Isabel me está olfateando como si fuera una especie de convicto? ¿Solo porque soy humano?”. “¿Qué?”, pregunto confundida, mirándola. “Isabel... Isabel está de nuestro lado en esto,