El amor del hijo

Murilo

La seguí en el gesto y fui hasta la silla donde estaba sentada mi abuela, ayudándola a levantarse y caminando a su lado, algo que insistía en hacer cada vez que estaba cerca de ella, incluso cuando ella insistía en decir que no era necesario, ya que podía caminar perfectamente sin ayuda.

"Voy a estar de acuerdo con mi prima, porque he estado pensando en eso y he concluido que estoy trabajando en exceso. Necesito disminuir el ritmo o no llegaré ni a los cincuenta años".

"Pero querido, apenas tienes treinta años. Aún eres muy joven".

Caminamos hasta el patio trasero, donde solíamos pasar nuestras mañanas, ya que a la abuela no le gustaba estar junto a la piscina, especialmente en esa época del año debido al fuerte calor que solía hacer en el verano de São Paulo.

"Sé que usted no quiere presionarnos para venir siempre aquí, abuela. Pero a partir de ahora, prometo ser más presente".

Pensé mucho sobre la forma en que estaba viviendo mi vida y me di cuenta de que no estaba valorando
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