Lucía oyó el grito de Indira y se esforzó por mantenerse despierta, pero la extraña sensación en su cuerpo se hizo más fuerte.Sentía como si una fuerza invisible tirase de ella y su cuerpo temblaba sin control.La multitud que la rodeaba empezó a cuchichear y a hablar.Lucía empezó a ver borroso y se sentía como en un remolino del que no podía salir.En este momento, una figura alta apareció de repente en la visión de Lucía.Emiliano se quitó rápidamente el abrigo y se lo puso por encima a Lucía, bloqueando sus movimientos casi incontrolables, sujetándola con fuerza para evitar que se cayera.—Lucía, ¿qué te pasa? ¿No te encuentras bien?Lucía se esforzó por abrir los ojos, intentando verlo bien, pero su visión estaba borrosa hasta lo irreconocible.Solo pudo emitir un débil sonido: —Yo... No sé, me encuentro mal.Emiliano se sorprendió, levantó a Lucía y caminó entre la multitud en dirección a la sala de descanso.Indira estaba de pie no muy lejos, mirando la espalda de Emiliano mien
Los golpes en la puerta se hicieron más urgentes, acompañados de los gritos ansiosos de Indira: —Emiliano, ¿estás ahí? Abre la puerta. He llamado a un médico para Lucía.Emiliano, sobresaltado por el repentino ruido, se apartó rápidamente de su beso con Lucía y miró a la puerta con rabia.Empujó suavemente a Lucía y se alisó rápidamente la camisa, al tiempo que envolvía fuertemente a Lucía con su chaqueta por si quedaba al descubierto.La puerta se abrió bruscamente e Indira entró corriendo, sus ojos se volvieron agudos y furiosos en cuanto vio a Emiliano y Lucía desvestidos.Sin embargo, rápidamente reprimió su ira y su expresión se tornó resignada y triste.—Emiliano, ¿cómo pudiste hacerme esto? —La voz de Indira temblaba mientras miraba a Emiliano, con los ojos llenos de lágrimas.Emiliano frunció el ceño, miraba con frialdad a Indira, y su tono estaba lleno de impaciencia: —Indira, ya hemos roto, y, ¿cómo pudiste irrumpir en la sala de descanso?Indira se quedó sin palabras y cuand
Más importante era que durante el periodo de tiempo en el que Lucía estuvo drogada, los movimientos de Victoria eran sospechosos, entraba con frecuencia en la zona de descanso y se ponía nerviosa cada vez que salía.Emiliano hizo una mueca y se sentó en un rincón de la sala de vigilancia, mirando a Victoria en la pantalla.Sus dedos golpeaban suavemente el escritorio, emitiendo un sonido rítmico, y el aura que le rodeaba era fría y aterradora.—Tráela aquí. —Ordenó Emiliano al asistente que tenía a su lado, con voz gélida.Pronto, Victoria fue traída a la sala de vigilancia.Nada más entrar, sintió una fuerte opresión y no pudo evitar temblar.Mirando a Emiliano sentado en un rincón, sintió miedo e inquietud.—Victoria, ¿sabes por qué te pedí que vinieras? —La voz de Emiliano era grave y majestuosa, Victoria temblaba.Victoria bajó la cabeza, sin atreverse a mirar a Emiliano a los ojos, y balbuceó: —Yo... No lo sé.—¿No lo sabes? —Se mofó Emiliano y alzó de pronto la voz: —Muy bien, te
Ahora no podía escaparse.Pero se enfadaba por ser revelada y gritó: —¡Es una grabación falsificada! ¡Yo no dije eso!Victoria se mofó y le tendió el reproductor a Indira: —Escucha si es tu voz. ¿Creías que podrías utilizarme tan fácilmente? Ya guardé pruebas.Cuando Indira vio el reproductor en manos de Victoria, sintió una oleada de miedo y desesperación.Sabía que esta vez había fracasado de verdad.Ellas discutían en la sala de vigilancia, con acusaciones e insultos.Emiliano miraba con frialdad que se culpaban mutuamente sin sentir nada.—¡Basta! —Gritó de pronto Emiliano para detener su pelea.Miraba con frialdad a Indira y a Victoria, con desprecio y asco en los ojos.Emiliano dijo a ellas: —¡Llévenlas a la policía!Al oírlo, Indira reaccionó con intensidad, su rostro pálido se tornó más pálido, sus ojos se llenaron de horror y desesperación.Su cuerpo tembló de repente, como si hubiera sido golpeada por una gran fuerza que le impidiera quedarse quieta.Indira gritó e intentó co
Sacudió la cabeza, con voz débil pero firme: —Emiliano, no todo es culpa tuya. Venían a por mí y no me protegí.Emiliano acarició la mejilla de Lucía, con los ojos llenos de remordimiento: —No, fui yo quien no te protegió. Debía estar más atento, con más cuidado.Lucía sonrió: —Gracias.Emiliano agarró con fuerza la mano de Lucía, como si quisiera darle todas sus fuerzas: —Lucía, no te preocupes. Haré que todos sepan que quien te haga daño lo pagará.—Está bien.Cuando Lucía se recuperó, Emiliano la llevó a casa.Por la noche, las luces de la calle reflejaban sus largas sombras.Emiliano estaba delante de Lucía, con los ojos llenos de expectación y nerviosismo.—Lucía, sé que nos pasó mucho en este tiempo y que sufriste mucho. Pero espero que me des la oportunidad de empezar de nuevo, para poder compensarte. —La voz de Emiliano era grave y sincera.Lucía parpadeó con emociones complicadas.Ella sabía que Emiliano hablaba en serio, pero después de unos años, ya no eran las mismas person
Sus dedos tocaban hábilmente los agujeros, y el melodioso sonido recorría la sala, sereno y lejano.Lucía se paró en la puerta y tosió suavemente, y Franco levantó la vista y la vio.Sonrió y dejó de tocar, se levantó y se dirigió a Lucía.—Hola, señorita Romí, soy Franco, mucho gusto. —La voz de Franco era suave y potente, muy agradable.—Hola, primer actor, señor Ramiz, mucho gusto.Lucía respondió con imperceptible excitación, al fin y al cabo, frente a ella estaba un actor muy reconocido y potente en la industria del cine y la televisión, uno de sus ídolos.Al oírlo, Franco se sorprendió, seguido de una cálida sonrisa.—Señorita Romí, estás exagerada, recuerdo que tú también ganaste unos premios a mejor actriz. Si no te importa, llámame por mi nombre de pila.El ambiente entre ellos se hizo cada vez más cordial, como si creciera un invisible entendimiento tácito.Franco invitó a Lucía a sentarse y le preparó personalmente una taza de té aromático, y continuaron su conversación en l
Su tono relajado y alentador hizo que Lucía sintiera calidez.Lucía miró agradecida a Franco y asintió: —Gracias, señor Ramiz. Lo intentaré con todas mis fuerzas.Luego, el maestro Pérez le mostró a Lucía cómo colocar los dedos en las cuerdas.—Acuérdate, los dedos deben colocarse suavemente sobre las cuerdas, sin presionar fuerte. Siente ese toque sutil que crea un entendimiento entre tus dedos y las cuerdas.Hizo una demostración mientras hablaba, y Lucía imitó con atención.—Creo que lo he sentido... —Dijo Lucía con súbita excitación, tratando de tocar las cuerdas con suavidad, y aunque las notas aún estaban algo crudas, había un brillo en sus ojos.—Bien, ya has dado el primer paso. —Maestro Pérez asintió con satisfacción, dándole su aprobación y ánimos: —Acuérdate, aprender un instrumento requiere tiempo y paciencia. Si perseveras, serás capaz de tocar bellas melodías.Franco también la aplaudió y animó: —¡Lucía, eres increíble! Estoy seguro de que dominarás la cítara en poco tiem
Lucía sonrió, contestó cortésmente: —Estoy aprendiendo cítara para el rodaje de «El Mundo».Su respuesta fue decente y distante, ni excesivamente íntima y educada, manteniendo bien la distancia adecuada.Franco sonrió: —El talento musical de Lucía es asombroso. No solo ha aprendido bien la cítara, sino que también tiene buen gusto para la interpretación, y tengo muchas ganas de colaborar con ella en «El Mundo».Al instante, la mesa se quedó en silencio.La sonrisa de Emiliano se endureció, no esperaba que Franco elogiara tan directamente a Lucía y mencionara su próxima colaboración en «El Mundo».Sus ojos se desviaron entre Lucía y Franco, cada vez más celosos.—«El Mundo» es una serie con gran inversión. —Emiliano alargó deliberadamente el tono, con un sarcasmo imperceptible: —Lucía, estás muy increíble, y ahora trabajas con una superestrella como el señor Ramiz.Lucía percibió la antipatía de Emiliano, pero trató de mantener la calma, sonrió y respondió: —Señor Moreno, gracias por el