Capítulo 88
En la profundidad de la noche, un coche salió del hospital y finalmente se detuvo frente a una fábrica abandonada en las afueras.

Robin pateó la puerta de un taller y de inmediato se escuchó un grito furioso desde adentro.

—¡Hijo de puta! Ella arruinó a mi hija, ¿y ahora quiere arruinarme a mí? ¡Ustedes, coludidos entre empresarios y oficiales, haré que ella no tenga paz! ¡Cuando salga, la mataré!

Robin movió sus muñecas rígidas y recogió un palo del suelo, pesándolo en su mano.

Sin dar tiempo a que los demás reaccionaran, golpeó con el palo en la pierna del hombre.

El sonido de los huesos rompiéndose y los gritos resonaron en el taller abandonado.

Robin tiró el palo y sacó un cigarrillo para encenderlo.

—¿Quién te dio permiso para hacer esto?

El hombre, pálido del dolor, miraba a Robin con terror en sus ojos.

—¡Ella arruinó a mi hija! ¡Fue claramente ella quien arruinó a mi hija! ¿Qué tiene de malo que la empujara?

El comisario Salvador, sudando, estaba de pie al lado. Si las cosas se
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