Capítulo 23
Irene se sentía amarga.

—Solo estoy cumpliendo con las normas básicas de cortesía. —Robin soltó una risa suave.

—Vaya, qué modales tan refinados posees.

Irene optó por no decir nada más. Los labios de él descendieron lentamente desde su hombro hasta su pecho. El vestido, que costaba una fortuna y que solo había usado una vez, fue desgarrado por Robin, imposibilitando su uso futuro.

—¿Podríamos no hacer esto hoy? —Él sujetó su barbilla.

—¿Por qué? ¿Es por Antonio? ¿Quieres guardarte para él?

Fue entonces cuando Irene comprendió cuán molesto estaba este hombre por la conversación que había tenido con Antonio esa noche. Era absurdo pensar que, sin amarla, parecía tener un deseo obsesivo hacia ella. Quizás todos los hombres comparten esta debilidad: pueden no interesarse en jugar con sus juguetes, pero no soportan la idea de que otros los toquen.

—Solo estoy algo cansada, ¿podrías ser más delicado?

La tranquilidad del coche se vio interrumpida por la violencia. Irene aguantó la pasión de e
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