Capítulo 127
Al día siguiente.

Cuando Irene despertó, Robin ya se había levantado.

El hombre estaba parado junto a la ventana, hablando por teléfono.

Vestido de traje, su perfil era anguloso y definido.

Al oír un ruido, Robin colgó el teléfono y se volteó para encontrarse con la mirada de Irene.

—¿Señorita Irene, te gusta tanto mirarme?

Irene apartó la mirada.

—¿Cómo es que aún no te has ido?

—Habíamos quedado en que te recogería al salir del hospital.

Robin se sentó a su lado, notando el rubor en su rostro y sonrió ligeramente:

—Señorita Irene, ¿por qué estás roja?

Un destello de incomodidad cruzó el rostro de Irene.

—Te equivocas.

Pero Robin simplemente le tomó la cara con su mano grande.

—¿Realmente piensas que tengo problemas de vista?

Se detuvo un momento y dijo:

—¿Te parezco atractivo?

El semblante de Irene se tensó aún más.

Sus ojos esquivaban ligeramente.

—No.

Robin la soltó y respondió con una sonrisa:

—Si te gusta mirar, hazlo abiertamente. No he dicho que no puedas.

Irene movió levemente
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