JOHN FOSTER No creí que Avril fuera a aceptar venir conmigo o eso fue lo que creí hasta que la vi entrar en el hangar, con su vestido violeta y sus ojos cargados de sueño, producto de todas esas noches sin dormir. Se plantó frente a mí y noté que sus hombros temblaron por el frío aire nocturno o tal vez por mi presencia y el viaje al que ella estaba aceptando. Me quité mi saco y cubrí sus hombros. Sentirla tan cerca me embriagaba, su calor, la suavidad de su piel, mis ansias por tocarla. Me di cuenta de que no había perdido el deseo que nació desde que éramos jóvenes. Subimos al avión privado mientras el teléfono en mi bolsillo vibraba impaciente. Era mi madre quien de seguro había notado que ya no me encontraba en la fiesta. En cuanto nos sentamos en la comodidad del interior, apagué el teléfono. La mirada de Avril se desvió hacia la ventanilla y vi como tragó saliva. Estaba nerviosa, dudando si estaba haciendo una buena elección mientras yo estaba desesperado porque el avión d
AVRIL STEEL Cuando desperté me tallé la cara con fuerza. Me sentía tan cansada que deseaba pasar el resto del día en la cama. Me senté sobre el colchón y al principio me asusté, pues la habitación se me hizo completamente desconocida. Al bajar mi atención hacia el vestido que portaba, recordé la fiesta y el viaje en avión. ¿En qué momento me había quedado dormida? Bostecé casi hasta dislocar mi mandíbula y entonces vi un hermoso vestido azul colgando de un gancho. Iba acompañado de unas lindas zapatillas. Se veía más cómodo que mi vestido largo y mis tacones de más de diez centímetros. Me asomé al baño y noté que tenía todo para disfrutar de burbujas en una enorme tina. Sin dudarlo, la llené de agua tibia, vacíe un par de sales de azahar y lavanda y me sumergí, tentada a quedarme dormida una vez más. ↓ No sabía dónde estaba John, creí que tocaría a mi puerta, pero el tiempo pasaba y eso no ocurrió. De pronto noté que mis anillos de compromiso y boda no estaban. ¿Se me habrían
AVRIL STEEL Contrario a lo que hubiera hecho Derek, John me llevó a cada reunión con sus socios. No entendía una m****a, pues todos hablaban en francés, incluso John lo dominaba como si fuera su lengua materna. Era sorprendente la fuerza y determinación que sostenía, tenía una presencia que infundía respeto y admiración en sus socios, además de que las mujeres alrededor no podían despegar la mirada de él. Su magnetismo y atractivo eran una mezcla peligrosa que me comenzaba a afectar a mí también. Cuando la reunión terminó, se despojó de toda su fiereza y me dedicó una sonrisa. Me tomó de la mano y me llevó hacía la cafetería frente al edificio donde había firmado todos esos acuerdos. El lugar era lindo, olía a café tostado y a pan recién horneado. Subimos hasta el balcón con una vista espectacular de la Torre Eiffel. No pude evitar quedarme por varios minutos asomada por el barandal, mientras él me veía desde la mesa, con esa sonrisa dulce y mirada atenta. —Esto es… —No acabé mi f
DEREK MALONE Leí y volví a leer el acta de divorcio ante mí. El abogado había dejado en claro que, si no quería tener problemas serios, firmaría sin pelear por la empresa o por mi hija. No quería renunciar a ninguna de las dos, no quería renunciar a Avril, pero ¿cómo podía arreglar las cosas? Ella no volvería a confiar en mí, ¿la había perdido para siempre? Me tallé la cara con desesperación y tomé mi celular, necesitaba distraerme, o solo quería ver fotos de mi esposa para abrir más la herida en mi pecho y darle más peso a mi culpabilidad y arrepentimiento. En ese momento una notificación del periódico me interrumpió, anunciando que el heredero de la familia Foster estaba en París con su novia. El problema no fue la noticia, el problema fue la imagen miniatura que se desplegó. Abrí el «link» encontrándome con fotos donde Avril se veía muy acaramelada con ese hombre. Sus mejillas sonrojadas y esas miradas que se dedicaban eran suficientes para hacer creer al mundo que ella estaba
JOHN FOSTER El odio en los ojos de su aún esposo vibraba con fuerza, extendió su mano, que hasta el momento estaba hecha puño, mostrando las cenizas de lo que quedó del acta de divorcio, soplándolas para que el viento las hiciera caer a los pies de Avril. —No pienso firmar nada —siseó—. Pelearé por lo que me corresponde, y me refiero a la empresa y a mi hija. Me volveré copropietario de este imperio, te guste o no. Si te rehúsas, soy capaz de exigir que vendan todo y me den la mitad. De igual manera, pediré tener la custodia de Amber, por lo menos unos días a la semana, pero si también te rehúsas a eso, entonces encontraré la manera de que jamás la vuelvas a ver. Noté como las palabras de Derek fueron certeras e hirieron a Avril, quien retrocedió como si hubiera recibido un golpe. —No puedes hablar en serio… —dijo llena de dolor—. No puedes quitarme a mi hija. No puedes… —¡También es mi hija! —¡Ni siquiera la quieres! ¡¿Cuántas veces te has sentado con ella a hacer su tarea?! ¡Di
JOHN FOSTER —¿Me quieres ayudar a renovar esta oficina? Necesito ayuda de una mente joven que…? —¡Sí! ¡Sí quiero! —contestó antes de escuchar mi oferta completa—. ¡Hay que quitar todos esos libros! —De un brinco se bajó del sofá y se plantó frente al librero. —Bien, y si quitamos todos esos libros… ¿Cuáles pondremos? —pregunté cruzado de brazos. —¡Hay que conseguir todos los de princesas! —contestó emocionada, dando brinquitos de felicidad mientras aplaudía, haciendo que cada cairel rebotara como resorte. —¿Princesas? ¡Claro! ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¿Para qué poner libros de administración o contabilidad? —Porque esos son feos… y no tienen dibujitos —contestó torciendo la boca. —Qué triste que no tengan dibujitos… —agregué sin poder dejar de sonreír. —¡Te traeré unos de mi casa! ¡Podemos leerlos cuando estés desocupado! —exclamó emocionada. Tenía esa mirada, la misma que ponía Avril, llena de ilusión—. ¡Espera! ¡Tengo unos en mi mochila y estás desocupado! ¡¿Verdad?!
AVRIL STEEL —Amor, ve a cambiarte el uniforme —pedí a Amber quien no había dejado de ver con admiración a John durante todo el camino. Estaba fascinada y no dejaba de hablar con él de lo que fuera. —¡Sí! —exclamó dedicándole una sonrisa emocionada a su nuevo amigo antes de salir corriendo escaleras arriba. —Le agradas… —contesté algo celosa. —Es idéntica a ti —agregó John mientras me acompañaba a la cocina—. ¿Sabes que la clonación aún es ilegal? Comencé a reír como hacía mucho tiempo no lo hacía y cuando volteé hacia él, noté que se había detenido en el umbral, viéndome fijamente, sonriendo de medio lado, orgulloso de lo que sabía que causaba en mí. —No me digas que te pondrás a cocinar… ¿No prefieres que pidamos algo? —preguntó John al ver la sartén en mi mano. —Puedo preparar algo rápido… —Pero puedo apostar que a Amber le gustará comer algo menos saludable —agregó tomando la sartén de mi mano—. Hoy no cocines. ↓ JOHN FOSTER Después de pedir pizza y pasar tiempo con
JOHN FOSTER Mientras tecleaba sin descansar en mi ordenador, sentí una presencia, la puerta se abrió lentamente, rechinando, pero cuando levanté la mirada, no había nadie. Aun así, escuché unos pasos sigilosos acercándose a mi escritorio. Cuando planeaba alzarme de mi asiento, noté un par de ojos curiosos por el horizonte y unas manitas apoyadas en el borde del mueble. Su atención estaba entera en las uvas que había puesto en un tazón, especiales para ella. —¿Qué es eso? —preguntó esa osita traviesa en voz baja. —Hola, Amber… Buenos días. ¿Hoy no fuiste a la escuela? —pregunté tranquilamente mientras seguía tecleando. Vi de reojo como inflaba sus mejillas y fruncía el ceño, molesta por haber ignorado su pregunta. Rodeó el escritorio, se plantó a mi lado, pasó sus manitas por la esponjosa falda de su vestido y alzó su mirada hacia mí. —Buenos días, señor Foster —saludó como toda una princesita—. ¿Cómo está? —Muy bien, Amber… Qué gusto verte —contesté dedicándole toda mi atenció