Ya ha pasado una semana desde que todo acabó. Hemos estado tranquilos, viajando del pueblo a la casa. David nos ha ayudado a Alejandro y a mí en las instalaciones nuevas de la empresa. Se ha remodelado gran parte, los empleados están ayudando, pues no querían quedar sin trabajar.-¿Qué tal va todo? -pregunté a los chicos-. Les he traído merienda.-Hola, jefa -dice uno de ellos sonriendo-. ¿Cómo ha estado? ¿Qué le parece?-Está quedando muy bien -le devuelvo la sonrisa-. ¿Dónde está mi hermano?-Está adentro, señora -responde otro de ellos-. Con su prometido. Revisando algunos planos.-Bien, gracias -digo adiós con la mano-. Qué disfruten. Mi cuñada los hizo, quedaron riquísimos.El cambio iba bien, pero cada día que entraba me daba tristeza no ver la empresa como lo era antes. Mi padre se había esforzado tanto y todo su esfuerzo se derrumbó. Pero por otra parte, un nuevo comienzo no dañaba nada. Estarían orgullosos y tranquilos al saber que Alejandro y yo por fin nos haríamos cargo de
Cinco minutos después las chicas entraron de nuevo a la cocina. Los chicos voltearon y empezaron a aplaudir, a llenarla de halagos, Elliot se levantó y le dio una vuelta. -Oh, pero que preciosa te ves Marisol -dijo con una sonrisa genuina-. Te queda estupendo. -Pareces una princesa -dijo David-. Una princesa muy preciosa -y le dio otra vuelta. -¿Princesa? -dice mi hermano-. Una reina diría yo -y otra vuelta. -¿Te gusta papi? -pregunta Marisol a Franco y todos volteamos a verlo. -Me encanta, preciosa -dice levantándose y girándola en el aire-. Toda una reina. Gritos llenaron el silencio y me llenó de alegría saber que a pesar de todo las risas y las alegrías no faltaban. Terminé de preparar la comida y nos sentamos a la mesa. David sacó una botella de vino y preparó una limonada para mí. Luego de comer, nos sentamos en la sala, habían llegado mi suegra y los niños de sorpresa. Decidimos que los niños se quedarían con ella durante el proceso de restauración de la empresa, ya qu
Mi tío y Elliot llevaron al doctor de nuevo a su casa o a su consultorio, la verdad no tengo la mínima idea de dónde fueron por él, solo sabía que no podía salir de casa ni hacer NADA.Alejandro, David y Franco salieron de la habitación y me dejaron con las chicas y mi suegra. Todas me sonrieron y le devolví una sonrisa forzada, no por hipocresía ni molestia, en realidad estaba cansada. No entendía porque si no habia hecho casi nada durante el día, o quizá sí, por mi embarazo.-Nueve meses pasan volando -dijo mi suegra-. Lo ves eternos pero no lo son. Además, los mareos, desmayos y las nauseas no serán para siempre. Toma -dice tendiéndome un papel-, le he pedido al doctor que te recomendara algo para los malestares.-¿Segura que no afectarán? -pregunté mirándola, algo asustada.-No te harán daño, cariño -dice con voz dulce-. ¿O crees que arriesgaría la vida de mi yerna y la de mi nieto? -pregunta en un tono serio pero su mirada era serena, cariñosa.-Lo siento -le digo-. No quise dec.
Pasó una hora cuando me senté en la sala con los niños. Seguían viendo televisión. Alzaron la mirada hacía mí y mis primos-cuñados se hicieron a un lado.Me reí de eso. Además de ser los hermanos de mi prometido, eran los hijos de mi tío y eso nos unía como familia así David y yo no tengamos nada. Lo malo de eso, es que si nos llegamos a dejar por alguna estúpida o lógica razón, los pequeños siempre me iban a recordar lo vivido hasta ahora. No los culparía, claro, pero no creo que pudiera superar tal cosa tan rápido.Pero no podía pensar en eso. Todo iba bien estás últimas semanas. En unas cuántas más nos casaríamos.Quería irse a nuestra casa. Estar solos. Hablar y planear nuestra boda y comentarle luego a Elliot y Rachel pero no podíamos. Luego de lo que pasó con la empresa de mis padres, decidió quedarse y ayudarnos en todo lo que fuese necesario y supongo que mis malestares de embarazo también se lo impiden. Sabía que no podría cuidarme e irse a trabajar y estar tranquilo mientras
-No quiero que te metas en esto -me dijo David cuando entré en la cocina-. Es peligroso. Además, estás embarazada.Su voz sonaba firme pero al decir lo último sonó apagada, asustada, tan baja que apenas logré escuchar.-No moveré un dedo -le aseguro tranquila-. Te lo prometo.Y lo decía en serio. No iba a mover un dedo. Jorge y sus cómplices moverían todos sus dedos y, al final, no iban a ganar. De eso estaba segura.-No, Karla, no pie -se calló y me miró, estaba confundido-. ¿Qué has dicho?-Qué no moveré un dedo -le repito, y le di un sorbo a mi zumo-. Lo prometo.-¿Qué mosca te picó? -me pregunta acercándose a mí-. Hace un rato nos dijiste que...-Sé lo que dije, mi amor -le interrumpo con cariño-. Pero no me voy a arriesgar a nada. Menos a perder a mi bebé.-De verdad, Karla -me dijo Alejandro-. ¿Qué mosca te picó?Lo miré, le sonreí y volví a dar un sorbo a mi zumo. No pensaba darle esperanzas a mi familia. No dudaba que entre ellos mismos iban a comerse, pero aun así mi familia
Estuve caminando cada rincón de la casa, arriba abajo, de la cocina a la sala, luego al porche.Sabia que mi actitud los tenía nervioso pero nadie se atrevía a preguntar por qué. En oportunidades mi mirada se posaba en David, estaba preocupado y no aguanté más. Empecé a llorar.-Kar, querida, ¿qué pasa? -me pregunta Carmen.-Oh, Carmen -digo y me lancé a sus brazos-. No creo que sea buena idea que lo sepas.Y me dejó llorar en su hombro. Me consoló por unos minutos. Luego David se acercó y me abrazó, aun estando unida con su hermana.-¿Qué es lo que pasa, cariño? -pregunta cariñosamente-. Dinos, no te preocupes como lo tomaremos, solo... solo -empezó a tartamudear, tenía un nudo en la garganta, lo noté-. Queremos saber qué te tiene tan preocupada.-No es... -pensé en decirles, pero vi a los niños asomarse a la ventana y me separé de Carmen de golpe-. ¡NO! -grité corriendo hacia ellos-. No los quiero cerca de las ventanas.Sentí la mirada de todos a mi espalda. No me atreví a voltear.
En una de las fotos se veía claramente que el desconocido le entregaba a Lucas. Sonreían. Estaba más que obvio que se conocían y que quizá, éste desconocido fuese su jefe. Tenía el porte de serlo. Y no sé de dónde, pero se me hacía conocido. Estoy casi segura que me lo encontré un par de veces en casa.-¡Responde, Gonzalo! -seguí insistiendo, estaba vez casi a gritos.-¿Pasa algo, señora? -sale corriendo Fernando de la cocina-. ¿Señora? -insiste al no obtener respuestas. No podía dejar de mirar a Gonzalo.-Si viniste a solo entregarme estos papeles e irte sin darme alguna explicación o decirme como carajos lo han encontrado, estás muy equivocado -le advierto-. No te vas de aquí sin antes decirme nada así tenga que amarrarte en una maldita silla.Me estaba alterando. Me había levantado con brusquedad al decirle eso. Fernando se colocó a mi lado y me sujetó del brazo para que no me tambaleara. Vi como el resto de los chicos salía de la cocina y cómo los demás bajaban.-¿Gonzalo? -pregun
En ese preciso momento cuestioné todo. No sabía si Gonzalo tenía o no que ver con todo esto, pero no podía fiarme de ninguno de los dos hasta que me demostraran lo contrario.Esperé respuestas de Jorge. Luego de unos segundos viendo a Gonzalo empezó a sonreír con malicia, como si tuviera la victoria en sus manos. Entonces lo supe. Miré a Gonzalo y su rostro expresaba rabia, miedo y dolor.-Llévenlo adentro -dije a los chicos volviendo la vista a Jorge-. Y a éste infeliz también. De aquí no sales, Jorge, al menos no vivo. Espero te hayas despedido de tus padres antes de venir -ahora era yo quién sonreía con malicia.-Guarda el arma -me pidió David cerca de mi oído-. Puedes hacerte daño -pero luego se río-. Sólo guárdala, cariño. Ya pasó.Hice lo que me pidió. Ya el pobre estaba muy alterado, no quería que estuviera peor. Y tampoco es que quería perder el control, era mejor guardarla.Empezamos a caminar a la entrada tomados de la mano. Su mano estaba sudada y sonreí. ¡Pobre David! pens