Tranquilidad

Salgo del baño con mis pantalones cortos vaqueros y una camiseta blanca. Echo un vistazo al dormitorio, pero Raphael no aparece por ninguna parte. Al menos, si ha salido del dormitorio, no está desnudo... bueno, quizá, con Raphael nunca se sabe.

Se me dibuja una pequeña sonrisa en los labios y se me ocurre una idea. Cojo la loción de la mesilla de noche y bajo al salón. El sonido de la televisión hace evidente dónde está Raphael.

—Hola—, le digo mientras me dejo caer en el sofá a su lado. Me hace un gesto con la cabeza y sus ojos se detienen un milisegundo en mis piernas antes de volver a mirar la tele. ¡Maldita sea!

Cojo el bote de loción y me exprimo una pequeña cantidad en la mano. Estiro las piernas, las apoyo en la mesita y froto la loción. Intento ir despacio, con la esperanza de que me dé tiempo a llamar su atención.

Raphael se vuelve hacia mí, sus ojos bajan por mi cara, mi cintura, mis muslos y mis piernas.

Le tiendo la botella. —¿Te importaría echarme una mano?

Sonríe. —Creo
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