Capítulo: Terca pero vale la pena Verónica llegó a casa con el ceño fruncido y la mente hecha un torbellino. Tras aquel viaje a la costa, había tomado una decisión: Emanuel quedaría en el pasado. Mientras bajaba del taxi, respiró hondo, dispuesta a dejarlo todo atrás. Sin embargo, su determinación flaqueó al verlo ahí, apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión entre seria y desafiante. Ella apretó los labios, levantó la barbilla y avanzó sin prestarle atención. Si algo le sobraba en ese momento era coraje. No tenía tiempo para más dramas. Emanuel, en cambio, no planeaba dejar que pasara de largo. Cuando estuvo a su lado, le tomó suavemente el brazo. —Vero, necesitamos hablar —dijo con voz grave, pero cargada de paciencia. Ella lo miró con la furia de una tormenta en pleno apogeo. —No tenemos nada que hablar, Emanuel. Nada. Así que, soltame. —No hasta que me escuches. Podés estar enojada conmigo, pero no voy a desaparecer como si fuera invisi
Capítulo El consejo de mamáVerónica estaba sentada a la mesa, con las manos rodeando una taza de té que ya se había enfriado. Sus pensamientos iban y venían, como olas que chocaban contra un muro de incertidumbre. Gloria, su madre, la observaba desde el otro lado de la mesa con una mezcla de preocupación y paciencia. Sabía que no podía presionarla, pero también sabía que no podía dejar que su hija se cerrara al amor por orgullo.—Mamá, no es solo eso —dijo Verónica, rompiendo el silencio de golpe. Su voz temblaba ligeramente—. No es solo si se equivocó o no.Gloria la miró con suavidad.—Vero, lo entiendo. Pero escuchame. Emanuel vino a hablar conmigo, me contó todo.Verónica levantó la mirada, sorprendida.Su hija Carolina ,mientras estaban en el viaje quiso explicarle y ella no la dejó .Su terquedad y enojo la había dejado sin querer oír explicaciones ni ver más allá de lo que ella creía que era la verdad —¿Qué? ¿Te contó? ¿Qué te dijo?Gloria se inclinó un poco hacia adelante, co
Emanuel y su Plan MaestroEmanuel no había pegado ojo en toda la noche. Su mente estaba llena de planes y estrategias para reconquistar a Verónica. Aunque sabía que no sería fácil, estaba dispuesto a enfrentarse a su terquedad. Desde que regresó de sus vacaciones, no dejaba de pensar en ella: su bronceado perfecto, esos ojos avellana llenos de enojo y una pizca de tristeza, y la manera en que había evitado mirarlo a los ojos.—Hoy empiezo —se dijo frente al espejo mientras ajustaba la corbata con determinación—. Voy a conquistarla, aunque tenga que ser el hombre más terco del mundo.A las 6:45 de la mañana, Emanuel ya estaba parado frente a la casa de Verónica. Sostenía un café caliente en una mano y una carpeta bajo el brazo. Tocó la puerta con firmeza, sus nervios ocultos tras una sonrisa confiada.Desde adentro, se escucharon pasos apresurados, seguidos del tono gruñón de Gloria.—¿Quién diablos molesta a esta hora?Cuando abrió la puerta, Gloria lo miró con los brazos cruzados, cl
Un besito robado y una cena inesperada. Manuel y Verónica se dirigían a la empresa, y como siempre, él no podía evitar ser todo un caballero. Al llegar al auto, le abrió la puerta con una sonrisa. Verónica, acostumbrada ya a sus gestos, le agradeció con un simple "gracias" mientras movía la cabeza en señal de cortesía. Pero por dentro, Manuel luchaba contra sus impulsos; lo único que quería era besarla.Cuando ella se sentó, él se agachó antes de cerrar la puerta. Con movimientos suaves pero seguros, le colocó el cinturón de seguridad. Luego, sin avisar, le dio un beso en la mejilla. Verónica lo miró sorprendida, pero no dijo nada. Su sonrisa pícara y traviesa lo delataba. Cerró la puerta como un niño que acaba de cometer una travesura y corrió hacia el otro lado del auto para ocupar su lugar.Desde el asiento del conductor, Emanuel no podía evitar mirarla de reojo. Ella, por su parte, se llevó la mano al cachete y sonrió, aunque intentó ocultarlo mirando por la ventana.Mientras el
Reconstruyendo PuentesEl día había comenzado con una mezcla de responsabilidad y reflexión para Verónica. Después de acompañar a Carolina a firmar la denuncia apenas llegaron a la ciudad, sabía que aún quedaba trabajo por hacer. Hoy era su turno de completar el trámite, un paso importante para cerrar ese capítulo oscuro y proteger a su hija.Le había avisado a Emanuel del trámite y le pidió que pasara por ella, por su casa para ir a la cena. Antes de dirigirse a la comisaría, decidió visitar a Georgina. Había algo en la situación de esa joven que despertaba su empatía, aunque la relación no hubiera comenzado con el mejor pie. Verónica sentía que, pese a los errores del pasado, todos merecían una segunda oportunidad, y Georgina parecía estar aprovechando la suya.Al llegar al apartamento, Verónica tocó la puerta suavemente. Georgina abrió, y aunque su rostro mostraba cansancio, también irradiaba calma. Estaba vestida con ropa cómoda, y su embarazo ya comenzaba a ser evidente.—Hola,
Esa noche, Verónica se había esmerado más de lo usual. Su vestido negro con un delicado encaje en los hombros y un maquillaje que realzaba su mirada eran prueba de ello. Emanuel, al verla, quedó completamente maravillado. Sus ojos azules la recorrieron de arriba abajo con una intensidad que la hizo sentir que era la única mujer en el mundo. Él, impecable con un traje gris oscuro y una camisa blanca, también había hecho un esfuerzo por impresionar.—Estás hermosa, Vero —dijo Emanuel, ofreciéndole su brazo para escoltarla hasta el auto.Verónica sonrió, algo nerviosa, y aceptó el gesto. La forma en la que él la miraba le hacía dudar. ¿Era una cena de negocios o algo más íntimo? Pero no quiso preguntar. Emanuel era un caballero, siempre atento a los detalles. Le abrió la puerta del auto, la ayudó a colocarse el cinturón y, antes de cerrar la puerta, le dio un beso en la mejilla. Ese gesto, tan natural y espontáneo, la hizo sonrojar.Cuando llegaron al elegante restaurante, Emanuel la tom
La noche estaba en calma, y las estrellas brillaban con una intensidad especial, como si el universo quisiera ser testigo de lo que estaba por suceder entre ellos. Verónica se acercó a Emanuel, con el corazón latiéndole rápido, pero decidida a decir lo que llevaba dentro.—Necesito pedirte perdón, Emanuel —dijo, con la voz entrecortada.Él la miró sorprendido, con una mezcla de curiosidad y preocupación, mientras ella continuaba:—Me equivoqué contigo. Fui injusta, terca y no quise ver todo lo que hacías por mí y por mi hija. —Tomó aire, tratando de mantener la compostura—. Hoy, al entender todo lo que pasaste por defenderme, todo lo que sacrificaste para protegerme... solo puedo decir que lo siento y, sobre todo, gracias.Emanuel la miró en silencio, dejando que cada palabra de Verónica calara profundamente en él. Finalmente, tomó su mano con suavidad, transmitiéndole la calma que solo él sabía darle.—No necesitas pedirme perdón, Vero. Lo hice porque te amo. —Su voz era firme pero c
Mientras el sol comenzaba a despuntar tras las montañas, Verónica y Emanuel se despertaron abrazados, con las sábanas enredadas y el corazón ligero. Habían recuperado el tiempo perdido, y ambos estaban encantados de vivir ese presente que tanto se merecían.Verónica, con una sonrisa traviesa mientras se acurrucaba contra él, le dijo:—Bueno, señor incómodas cuotas, debo admitir que estoy disfrutando mucho de este "plan de pagos".Emanuel la miró con ternura y respondió mientras le acariciaba el rostro:—Me alegra saberlo, porque pienso seguir cobrándote cada día de nuestras vidas.Entre risas, Verónica tomó su celular para escribirle un mensaje a Caro. Quería asegurarse de que supiera que no volvería esa noche. "Hola, hija. No voy a dormir en casa. Avísale a tu abuela, ¿sí? Te quiero".Mientras esperaba respuesta, Emanuel miró el mensaje por encima de su hombro y bromeó:—¿Qué le dijiste? ¿Que te secuestré?Verónica sonrió mientras dejaba el celular en la mesa.—No hace falta, ella ya