Las penumbras de la noche comienzan a engullir la luz de la tarde. El canto matutino de aves cambia con mucha lentitud por el nuevo canto nocturno de grillos y sapos llenando el ambiente de las afueras de la gran mansión de la manada.

La oficina del alfa esta a oscuras y un hombre despierta confundido y un poco atolondrado.

— ¡Ah! — se lleva la mano a la cabeza— ¡Al parecer me quede dormido!

Con torpeza se levanta de aquel sillón y lo mira con desconfianza.

— ¿Cómo llegué hasta ahí? — dijo en voz alta. Sus últimos recuerdos que venían a él fue cuando Alysa le dio a beber un café.

Él frunció el ceño.

— ¡La voy a matar! — gruñó y se tambaleó al dirigirse a la puerta— nos volvió a traicionar, ya no hay perdón.

Con tropiezos llego hasta su escritorio y fue cuando comenzó a sentir un hormigueo por todo el cuerpo y su temperatura comenzó a subir con mucha rapidez.

—No puedo entrar en celo— fue lo primero que pensó— ella no me aceptó como su mate.

Caleb confundió prendió las luces de aquel l