Capítulo 218
El hombre yacía en la cama de hospital, con la frente envuelta en una venda blanca, el rostro pálido, y bajo sus largas y espesas pestañas, unos ojos negros y profundos.

Comparado con su habitual elegancia, ahora mostraba cierta fragilidad.

Ana no pudo evitar recordar las palabras de Gabriel antes de desmayarse.

—No tengas miedo, estoy aquí.

Con esas palabras en mente, algo tan simple como darle de comer manzana era imposible de rechazar.

Cortó la manzana en trozos pequeños y usó un tenedor para llevárselos a la boca.

Gabriel acababa de despertar y no podía comer mucho.

Aunque insistió en querer más, Ana se negó.

Gabriel tuvo que ceder.

Ana se comió la mitad restante de la manzana.

Unos minutos después.

Ana regresó después de lavarse las manos y volvió a sentarse junto a la cama, curiosa por saber cómo la recordaba Gabriel con su memoria confusa.

—Señor Urquiza, ¿recuerda... dónde nos vimos por primera vez?

Gabriel evitó su mirada.

Sus largas pestañas ocultaban sus ojos. Después de tre
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