Familia

El amanecer londinense pintaba el cielo de tonos rosados y anaranjados, mientras Dante se sumergía en su rutina matutina de ejercicios en el gimnasio privado de su ático. La luz suave y cálida se filtraba a través de las ventanas, iluminando su figura atlética y definida.

Desde la puerta, Allegra, lo observaba con una sonrisa discreta. Su mirada se posaba en los músculos tensos de Dante, en la forma en que su sudor perlaba su frente, en la determinación que reflejaba su rostro. Sentía una oleada de amor y admiración hacia su esposo.

Allegra se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre su pecho. Llevaba un salto de cama de seda blanca, su cabello oscuro y ondulado caía sobre sus hombros. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de ternura y deseo.

Dante, ajeno a la presencia de Allegra, continuaba su rutina, cada movimiento preciso y controlado. Su respiración constante y rítmica era la única música que necesitaba.

Allegra se acercó silenciosamente, deteniéndose detrás
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