Capítulo treinta y ocho. La trampa perfecta. — — — — Narra Arthur Aramendi — — — — El muy iluso de mi hijo cree que puede ganarme. Observo la carta que le envié a Amy y sonrío. Puedo imaginar su reacción, el miedo en sus ojos, la desesperación en su voz al mostrársela a Brad. Y sé que él, con su terquedad y su sentido de justicia patético, no se quedará quieto. Planea algo. Lo siento en el aire, en las llamadas que hace, en la forma en que mueve sus piezas con la intención de destruirme. Pobre imbécil. No entiende que yo siempre voy un paso adelante. Años de experiencia, de manipular a quienes me rodean, me han enseñado que la mejor defensa es un ataque bien ejecutado. Y si Brad quiere jugar a ser mi enemigo, entonces lo convertiré en mi víctima. Me reclino en mi escritorio, tamborileando los dedos sobre la madera mientras mi mente trabaja a toda velocidad. Necesito algo grande, algo que lo saque de mi camino para siempre. No basta con desprestigiarlo; no, tiene que ser algo má
Capítulo treinta y nueve. Lo has matado.— — — — Narra Amy Lancaster — — — —Por más que intento ver el futuro de nuestra relación me cuesta. No consigo entender si la vida nos está haciendo trampa, o nosotros somos la trampa de nuestras propias vidas. Manejar los reveses que tenemos continuamente es muy difícil.Es extremadamente complicado sobrevivir a esta cantidad de infortunios que se nos presentanParecemos los protagonista de una obra de teatro dramática. Por más que tratamos de salir adelante, de sobreponernos de todo y de todos, nos persiguen allá donde vayamos y he podido oír mientras subia, que las cosas allá abajo no serán fáciles para Brad. Cuando él y estamos juntos la vida es más bonita, es casi sencillo vivir a su lado a pesar de que en los inicios no parecía que fuera a ser así pero solo basta con que nos mezclemos con alguien e su familia o la mía para que todo se estropee y ambos sabemos que así no se puede vivir... al menos no en armonía.Abro los armarios y saco
Capítulo cuarenta. Lo único que le agradezco.— — — — Narra Brad Lancaster — — — —No sé como he podido contenerme ni como le he hecho para no mirar su cuerpo al irme.Me concentré en la mujer entre mis brazos, me aferré a las cosas que me ha hecho y le ha hecho a ella, incluso a las que ha intentando seguirnos haciendo para poder pasar por alto el hecho de que soy un posible asesino. Esto podría verse como un crimen pasional pero no es así... es mi padre el que ha agredido sexualmente a mi esposa, es mi padre el que ha hecho promesa tras promesa de acabar con nuestras vidas y es mi madre la culpable de todo esto porque gracias a su poca fuerza de voluntad, a su amor ciego por semejante escoria y a lo poca madre que ha sido... gracias a ella es que ese tipo aún habita mis días y si voy a ir a parar a la cárcel, ella es mucho más culpable que él, incluso que yo... de todo lo que ha pasado.—Aquí tengo la nota que me envió Brad, y tengo también los mensajes de texto amenazandonos, teng
Capítulo cuarenta y uno. Está vivo.— — — — Narra Amy Carlson — — — —Cuando Brad hace semejante pregunta le quito el teléfono del oído y pongo el altavoz. Quiero oir exactamente lo que le van a comunicar y tomar las decisiones oportunas con él, pero teniendo toda la información. No quiero correr el riesgo de que por protegerme, se guarde cosas.—Está vivo —escuchamos juntos y yo trago en seco, Brad solo me mira —. Ahora quiero decirte algo —anuncia el abuelo con parsimonia y aumenta mi desesperación por que nos cuente todo —, cuando se lo llevaron al hospital recobró la conciencia y aunque su estado es muy malo, nos pidió a todos expresamente que no dijéramos nada. Ha pedido que se le diga a la policía que estaba solo en ese cuarto cuando pasó y que nadie vió nada —Hace una pausa como esperando a que Brad diga algo pero ante el silencio de mi marido, añade —. Yo creo que ha sido un acto de buena voluntad por su parte, hijo. Deberías junto a tu esposa reconsiderar todo y volver. Quizá
Capítulo cuarenta y dos. No necesito que me ames.— — — — Narra Amy Carlson — — — —El reloj en la mesita de noche marca las dos y diecisiete de la madrugada. La habitación está sumida en una penumbra tranquila, apenas iluminada por la tenue luz de la luna que se filtra a través de las cortinas entreabiertas. El suave murmullo del viento acaricia las hojas de los árboles afuera, creando una melodía nocturna que contrasta con el torbellino de pensamientos que inunda mi mente.Brad duerme a mi lado, su respiración profunda y pausada indica que el calmante ha surtido efecto. Su rostro, iluminado por la luz plateada, muestra signos de agotamiento; las líneas de preocupación aún son visibles incluso en su estado de reposo. Observo cómo su pecho sube y baja rítmicamente, y una oleada de ternura mezclada con inquietud me invade.El día ha sido una montaña rusa emocional. Desde la llamada del abuelo informándonos sobre el estado de Arthur, hasta nuestra acalorada discusión sobre cómo manejar
Capítulo cuarenta y tres. No vamos a ceder.— — — — Narra Amy Carlson — — — —El aire del hospital sigue impregnado en mi piel cuando me bajo del taxi. Las luces de la madrugada apenas comienzan a fundirse con los primeros tonos azulados del amanecer. Camino hacia la casa con el corazón encogido y las manos heladas, intentando racionalizar lo que acaba de pasar. Arthur me ha dejado clara su amenaza: si no dejo a Brad, si no me aparto de su vida, va a hacer todo lo posible por destruirlo. Y sé que es capaz. Lo vi en sus ojos oscuros como pozos sin fondo, lo escuché en la forma cruda y calculadora con la que escupió sus palabras. No era una advertencia... era una sentencia.Mis pensamientos giran en círculos, como un tornado a punto de arrasar con todo. Me duele el pecho. Me siento traicionada por la vida, por este monstruo que resulta ser el padre del hombre que amo. Siento la necesidad de proteger a Brad, de esconderlo del mundo, de encerrarlo en una burbuja donde nadie pueda hacerle
Capítulo cuarenta y cuatro. El contraataque.— — — — Narra Amy Carlson — — — —Me despierto con un nudo en el estómago. El sol ya se ha colado por las rendijas de las cortinas, iluminando con suavidad la habitación. A mi lado, Brad duerme profundamente. Su respiración es lenta, serena, su rostro por fin sin tensión. Lo observo por un instante, acariciando suavemente la línea de su mandíbula con la yema de los dedos. Mi esposo. Mi amor. Y al mismo tiempo, el blanco perfecto de un padre que no conoce límites.Anoche, después de todo el horror, después de la discusión, la confesión, el miedo y las lágrimas, nos abrazamos como si el mundo fuera a derrumbarse. Hicimos el amor en silencio, con una desesperación contenida, buscando consuelo en la piel del otro. No hubo palabras, solo caricias que suplicaban que todo lo malo se esfumara. Fue intenso, fue íntimo. Fue necesario.Me levanto sin hacer ruido y me pongo una bata. Bajo a la cocina para preparar el desayuno, pero mis pensamientos es
Capítulo cuarenta y cinco. Ya basta de correr. — — — — Narra Brad Lancaster — — — — El sol apenas ha asomado en el horizonte y ya siento el peso del día sobre mis hombros. Me incorporo lentamente en la cama, sintiendo todavía el eco de las palabras de Amy resonando en mi cabeza. Su confesión de anoche me dejó trastocado. No por lo que hizo —sino por lo que pudo haberle pasado—. Fue directo al infierno por mí… y volvió temblando. Arthur. Ese bastardo no tiene límites. Cada vez que creo conocer el fondo de su perversión, él cava un poco más hondo. Y esta vez ha amenazado con terminar lo que empezó. No me asusta por mí. Me aterra por ella. Amy. Mi luz en medio de toda esta podredumbre. No voy a permitir que la toque. No mientras esté respirando. Me levanto con decisión, me visto y bajo las escaleras. La encuentro en la cocina, de espaldas, preparando café. Su cabello cae en ondas suaves por su espalda y por un momento, solo por un instante, me permito quedarme observándola. Porque