Cloe apenas podía contener su sonrisa cuando la camioneta se detuvo frente a su spa. Tras ser obligada a ese matrimonio, jamás pensó que Ethan la dejaría volver a su negocio tan pronto. Miró el frente del edificio con alivio, como una prisionera que ve la libertad a través de las rejas.«Puedo anular este matrimonio… y también podría poner una denuncia para que la policía se encargue de Samira», pensó, sintiéndose victoriosa y sin poder despegar la vista de su spa.Pero sus pensamientos se desvanecieron cuando Ethan le tomó la mano y, con una lentitud deliberada, posó sus labios en el dorso. El contacto fue eléctrico, recorriendo su cuerpo como una corriente que aceleró su respiración. Los ojos de Ethan brillaban con un destello de provocación cuando la miró.—Me encanta ver cómo te sonrojas —murmuró, disfrutando de la reacción involuntaria que había causado.Cloe, avergonzada, se cubrió las mejillas, sintiendo el calor arder bajo su piel.«¡Qué demonios me pasa! Esto tiene que ser
Cloe apenas había dado dos pasos fuera de su oficina cuando se detuvo en seco. Giró sobre sus tacones y clavó la mirada en Kael, quien la observaba desde la puerta, atento.—Puedes sacar toda la basura de esta arpía de mi oficina —le ordenó con una frialdad cortante.El "basura" iba dirigido sin rodeos a Leila, quien aún permanecía en la oficina, todavía con la respiración agitada. —Pero Lu…. —Intentó objetar Kael, pero al darse cuenta de que estaba a punto de llamarla Luna delante de Leila, se detuvo. Se aclaró la garganta.—Es que no tengo permitido apartarme de usted.—Hágame ese favor. Se lo voy a agradecer —. Sin esperar respuesta, Cloe retomó su marcha hacia la recepción. Puesto que no quería escándalos, la reputación de su spa era demasiado valiosa para arriesgarla por dramas personales.Sin embargo, al llegar a la recepción, el bullicio que escuchaba la dejó perpleja. Y lo que más la sorprendió fue que la persona que estaba haciendo tal escándalo era la hermana de Robin. Qui
Kael abrió los ojos, completamente desconcertado. No podía asimilar como la sugestión de borrado de memoria que el supremo había realizado en Cloe parecía haberse roto.—Señora, está equivocada —intentó calmarla, aunque su voz sonaba algo tensa—. El supremo no es un criminal. Le aseguro que el hombre que menciona está vivo.—¡Mentira! —gritó Cloe, dando un paso atrás—. No sé cómo supiste que estaba llamando a la policía, pero sé que ustedes no son normales. Hay algo extraño en ese lugar al que llaman manada. ¿Qué son ustedes? —Su tono era casi de pánico—. Siempre pensé que la existencia de seres sobrenatural era pura ficción, pero recuerdo cómo a tu jefe le cambian el color de los ojos, y cómo se mueve… —susurró, más para sí misma que para Kael.Kael, preocupado, abrió un vínculo mental con su alfa supremo para informarle de la situación.—Luna, está confundida— respondió siguiendo las indicaciones de Ethan.—¡Maldito seas, deja de llamarme “Luna”! —Cloe respiró entrecortado, y furios
Una chispa de ira y desesperación se encendió en su interior al ver su rostro tan tranquilo, como esos orbes grises con tonalidades verdes la penetraban con una calma perturbadora.—Tus manos son suaves —murmuró él, con esa voz que tanto la perturbaba, sonriendo ligeramente.Cloe no lo pensó; fue un impulso, una reacción visceral. Rápidamente, su mano voló hacia el bolígrafo que había colocado estratégicamente en su cabello. En un arrebato de furia y desesperación, lo tomó y, sin detenerse, lo clavó en el pecho de Ethan con todas sus fuerzas.El sonido del impacto fue sofocado, por apenas un jadeo contenido, y en ese instante Cloe sintió un estremecimiento de horror recorrerle todo el cuerpo. Miró su mano, horrorizada, viendo el bolígrafo aún en el pecho de Ethan. Quiso soltarlo y retirar la mano, pero él, con una sonrisa siniestra, le sujetó la mano con firmeza, manteniendo el bolígrafo enterrado en su piel. Sus miradas se cruzaron, y los ojos de Ethan ardían con una intensidad que
—Nunca me acostaría con un tipo como tú. Cloe quiso herir el orgullo de Ethan para que esa maldita sonrisa ladina que la irritaba tanto se borrara de sus labios, pero Ethan ni se inmutó. Si no que abrió la boca y luego le dijo en un cálido y grave murmullo justo muy cerca de su oído: —Te tragarás esas palabras cuando grites mi nombre y ruegues por el placer que yo solo puedo darte. Él no podía entender qué le estaba pasando con Cloe, con cada segundo que pasaba olvidaba a su difunta luna, Cloe estaba acaparando todo de él. No lo sabía a ciencia cierta, pero había algo de lo que sí estaba seguro: le encantaba la forma en la que ella abría los ojos, demostrando cuán sorprendida estaba cada vez que él le decía algo que, al principio, la hacía querer asesinarlo.Cada vez que ella arrugaba la nariz, él sentía una fascinación inexplicable, aunque también lo llenaba de un pánico sutil. Estar a solas con ella, en esa cercanía que parecía acortar la distancia entre sus cuerpos y mentes, l
Mientras el auto avanzaba por el camino cubierto de sombras, Cloe observaba el bosque frondoso que se extendía como un manto espeso a ambos lados de la carretera. Para ella era un lugar desconocido, y aunque la oscuridad de los árboles era impenetrable, se esforzaba en memorizar cada tramo del trayecto. No tenía idea de cuán lejos estaban de su hogar ni de cuánto faltaba, pero seguía cada curva, cada rama retorcida y cada hueco entre los árboles con la esperanza de recordar el camino de regreso. El aire se sentía denso, y ella se sumergió en sus pensamientos, buscando distracción en la opresiva tranquilidad del bosque.De repente, una mano rozó la suya. El contacto la hizo girar bruscamente la cabeza, encontrándose con la mirada tranquila de Ethan, quien estaba sentado a su lado en el asiento trasero. Su expresión, tan fría y controlada, contrastaba con la familiar electricidad que le provocaba ese toque. Apartó la mano de inmediato, sin disimular el desprecio en su rostro, aunque e
Cloe esperaba impaciente en una de las terrazas del castillo, observando los muros que se alzaban a su alrededor, sofocantes, como si quisieran cerrarse sobre ella. En ese momento, los pasos resonantes de tacones altos la hicieron girarse, y allí estaba la madre de Ryan, con una expresión afilada que le heló la sangre.—Tu futuro es sombrío. Estás en el lugar equivocado; vete si no quieres acabar muerta como la luna anterior —dijo la mujer, y el tono helado de su voz hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Cloe.La observó alejarse con una sensación de desasosiego en el pecho, murmurando casi para sí misma: —Qué miedo… — mientras se acariciaba el pecho, intentando calmar el palpitar ansioso de su corazón. Tanto aquella mujer como Caleb parecían rodeados de un aura oscura que transmitía un terror inexplicable.Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio acercarse a Samira, guiada por una empleada del servicio. La emoción la llenó, olvidando por un instante el peso del mied
Cloe y Samira caminaban exhaustas, alumbrando el oscuro y vasto bosque con la luz tenue de sus teléfonos móviles. El hambre les pesaba en el estómago, el frío mordía sus huesos y el dolor en sus pies hacía que cada paso pareciera eterno. Habían pasado el día entero siguiendo las vagas indicaciones de Liora, sin más guía que una intuición desgastada.—¡Maldita sea! Este lugar es tan inmenso que ni siquiera hemos llegado a la carretera —gritó Cloe, frustrada y temblando. El miedo comenzaba a invadirla por completo; estar en el corazón de un bosque desconocido en plena noche no era, en absoluto, la situación que deseaba. Aunque la luna brillaba sobre sus cabezas, las densas copas de los árboles bloqueaban la mayor parte de su luz, envolviéndolas en una penumbra inquietante.—Cloe, volvamos. Es lo más sensato. No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento —le pidió Samira, con voz cargada de ansiedad y su respiración ya entrecortada.—No… No pienso regresar, ni muerta. Ya logramos es