Capítulo 0002
Aunque nuestras vidas estén en manos de los piratas estelares, para esos nobles de la Tierra, esos seres bárbaros del espacio siguen siendo criaturas inferiores.

En mi vida pasada, Estrella y los demás humanos de la Tierra lograron ser rescatados por la Flota Estelar. Fueron llevados a vivir en otros planetas. Pero yo quedé condenada a flotar sin rumbo por el espacio infinito y oscuro, soñando con que esos piratas fueran exterminados y Drake me liberara.

Luego me enteré de que, en la fiesta de bienvenida a los humanos, el Rey de la Federación Estelar exigió que las mujeres humanas debían elegir al menos tres tutores. Estrella lo enfrentó con sarcasmo, desafiándolo a morir antes que aceptar más de un compañero. Aunque eso fue humillante para los nobles estelares, no la castigaron. Más bien les dieron medio año a las mujeres humanas para elegir a sus tutores a su gusto.

Estrella me contactaba frecuentemente por computadora, presumiendo de los valiosos regalos que le seguían enviando esos nobles. Yo la aconsejaba rechazarlos, pues incluso en la Tierra, no aceptar las atenciones de un pretendiente es difícil. ¡Cuánto más en un universo donde la proporción de machos es de solo uno por cada diez mil! Esos estelares viven quinientos años, pero aparentan apenas veinte o treinta. Estrella jamás los engañaría.

Finalmente, la Federación Estelar se cansó de sus caprichos, y Estrella terminó recluida en un criadero estelar, donde los hombres pagan una fortuna por tener hijos. Desesperada, le supliqué a Drake que rescatara a Estrella, a cambio de engendrarle otro hijo. Aunque a regañadientes, Drake atacó el planeta más rico, recuperando a Estrella. Pero ella, presa de los celos, me asesinó en mi propia boda.

Desperté al ser empujada. Ahí estaba Drake, satisfecho.

—Cuñado—lo saludé.

Le gustó como yo lo llamaba.

—Estrella quiere que la atiendas—me dijo, marchándose.

Al entrar, me horroricé al ver a Estrella: su cuerpo estaba cubierto de profundas marcas de los colmillos de Drake, emanando un olor a sangre humana que el aroma de las flores silvestres no lograba ocultar. Cuando le acerqué un suplemento nutritivo, ella lo rechazó con furia, exigiendo un caldo de carne. Le expliqué que en la nave pirata no tenían eso. Estrella, acostumbrada a los lujos estelares, no me creyó, pensando que la perjudicaba por envidia. Pero le hice ver que si los piratas tuvieran tantos recursos, ¿por qué los seres estelares no se hacen piratas todos?

—¡Arrodíllate!—me ordenó entonces con un grito.

Fruncí el ceño y la miré con frialdad.

—Quiero que te arrodilles y me alimentes—exigió Estrella apretando los dientes.

Pero no tenía intención de obedecer. —No puedes culparme por todo lo malo que te sucede.

Estrella se burló con una risa despectiva. —¿Crees que puedes resistirte a mí?

Sin darme tiempo a reaccionar, gritó con fuerza: —¡Drake!

La puerta se abrió de golpe y Drake entró.

—¿Qué pasa?— preguntó.

Estrella cambió su expresión a una de falsa aflicción. —Luna me ha estado insultando por estar celosa de que me haya casado contigo.

La mirada gélida de Drake me recorrió, congelándome la sangre. Quise defenderme, pero sabía que un macho alfa siempre apoyaría incondicionalmente a su pareja. Por más brutal que fuera Drake, su naturaleza animal era más fuerte que cualquier razonamiento.

Me voló contra la pared de un solo golpe con su cola de serpiente. Sentí el sabor metálico de la sangre y vi borroso.

Estrella sonrió satisfecha mirando mi lamentable estado, pero repentinamente su sonrisa se congeló.
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