Cáliz Efervescente (II)

- Definitivamente no nos conviene este lugar - dijo Mariane, con desdén - Mira cómo se visten estas mujeres.

- Me pareció una experiencia diferente. El lugar es genial. - se defendió Tefy.

Miré hacia la barra y vi al hombre que estaba hace unos minutos en el escenario y dijo:

- Yo... creo que podríamos tomar una copa antes de ir al club... Eso me haría más “suelto” y feliz.

- ¿No eres feliz? Marianne arqueó una ceja.

- Claro que lo soy ... Pero me gustaría soltar, para tal vez... no sé, tocar las partes íntimas de una de las bailarinas.

Dill se echó a reír:

- Sabrina, es tu fiesta. Tú que te casas mañana. Esta es tu última noche de soltero, ¿recuerdas? Así que quien elige qué hacer y dónde quedarse eres tú, amigo.

- Apuesto a que no elegiría pasar su último día en un bar de carretera, bebiendo cerveza en botella... O peor aún, en un vaso lavado con esponja, lleno de gérmenes, sin usar agua hirviendo. – dijo Marianne.

- Ella elige, Mariane. Y creo que Sabrina solo quiere un trago de cualquier cosa. – Tefy siguió el razonamiento de Dill.

- Quiero beber y luego vámonos. - Yo dije.

Mariane miró su reloj:

- No tardaremos mucho... Nos espera un club perfecto de nuestro nivel.

Tay arregló el velo de novia en mi cabeza y me tomó del brazo:

- Vamos, señorita Rockefeller, futura señora Monaghan. La noche es jóven.

Fuimos a la barra y nos apoyamos en la madera helada. Levanté los codos mientras miraba las bebidas expuestas en los estantes con espejos en la parte de atrás.

- ¿Qué querrán las chicas? – Preguntó uno de los camareros .

- ¿Que sugieres? - Tay lo miró minuciosamente, enfocándose en su pecho, con una sonrisa traviesa en su rostro.

- Sugiero la bebida que da nombre a nuestro bar: Cáliz Efervescente. Se acercó a ella más de lo necesario.

- Dos por favor. – preguntó Tay.

- No... No querré eso. - Te lo advertí más que rápido.

- ¿Qué quiere entonces la “niña”? – preguntó la morena que solía afinar la guitarra, acercándose a mí.

- Quiero un Champagne Vueve haga clic en _

- ¿ Ves qué? - Gritó, para ser escuchado.

- Una...

- Entiendo lo que dijiste... Sólo quiero saber qué es.

- Champán... No... ¿Lo tienes? – pregunté, confundido.

- Bebe un Cáliz efervescente, amigo mío. - Dijo Tay, bebiendo todo el líquido del largo vaso de bebida de color.

- No existe tal cosa, "pequeña". - Dijo riendo, sus ojos fijos en los míos.

- Entonces, ¿qué me sugiere, "señor"? Arqueé mi cuerpo hacia adelante, acercándome a él.

- Sugiero Tequila.

- ¿Le darás tequila? – el otro cantinero se echó a reír – Estás loco.

- Por supuesto que no será tan fácil. Me miró y apoyó los codos en el mostrador, acercándose tanto que podía oler su perfume barato.

- No entendí...

- Querré algo a cambio.

- ¿Algo a cambio? – me eché a reír – ¿De verdad crees que lo voy a besar? Eres muy pretencioso.

Sacudió la cabeza, frunciendo el ceño:

- No recuerdo haberte pedido un beso, "bebé". Quiero tu identidad a cambio, eso es todo. Arqueé una ceja, mostrando los hermosos ojos verdes, lo que me dejó sin palabras por un momento.

- ¿Mi identificación? – pregunté confundida, sintiendo mi rostro enrojecerse de inmediato.

- Sólo para confirmar que tienes dieciocho años. Reglas de casa.

- Claro que tengo dieciocho años, tú... Tu...

- Bueno, no te ofendas. En el lado positivo, ciertamente pareces mucho más joven de lo que realmente eres, si realmente tienes dieciocho años.

Saqué mi celular y abrí mi documento, mostrándoselo de inmediato, furiosa.

- Hmm... Te traigo tu tequila, “Sabrina”.

Pensé en quejarme del trato que me daban en ese establecimiento, pero viéndolo de espaldas, con su culo perfecto en sus jeans negros, me quedé sin palabras. No me quedaba nada por hacer más que mirar mientras preparaba mi bebida y esperar que el tiempo pasara lentamente.

- Creo que alguien está admirando al cantinero - Tay me habló al oído - Estoy a punto de cambiar a las strippers por los hombres de las bebidas en este lugar... Qué visión del más allá... - Dirigió sus ojos hacia el culo de "mi morenita".

Aparté su rostro, discretamente. Tay comenzó a reír:

- Señorita Sabrina Rockefeller, no recuerdo haberla visto celosa así ni a su futuro esposo.

- No estoy celoso... Es solo que no quiero... Exponerte al ridículo. - dije, tratando de convencerme de que realmente era lo que pensaba.

- Disfruta, amigo. Es tu última noche de soltero. - Ella sugirió.

- No soy soltera. Yo soy novia. Tengo una cita con Colin. Yo no haría eso en absoluto, Tay.

- Finge que estás borracho.

- No serviría de nada... Mi conciencia sabría de la traición.

- Aún no estás casado.

- Pero tenemos una cita. No haría por Colin lo que estoy seguro que él no haría por mí.

- Sabes que no están en casa jugando videojuegos a esta hora, ¿verdad? Ni hablar de sus potentes y caras máquinas automotrices. Mucho menos beber junto a la piscina mientras se habla de negocios y dinero.

- Por supuesto que no... Quizá solo esté... Admirando a las mujeres... Como lo he estado haciendo yo. – Miré al hombre, que me traía un vaso de líquido incoloro.

El otro cantinero regresó y comenzó a hablar con Tay.

Tomé la bebida y la estudié, curiosa. Era un vaso pequeño y el líquido no era tan incoloro sino amarillento. Me levanté y miré hacia la luz. Había sal en el borde del vaso y una rodaja gruesa de limón, que creo que era decorativa.

- ¿Eso es sal? - Yo pregunté.

- Sal. - El Confirmó.

- ¡Hola, Carlos! – Miré a las dos mujeres que se apoyaban en el mostrador – ¿Qué nos dice hoy?

- Nomino al de la casa, chicas: Cáliz Efervescente.

- Hmm... ¿Viene con el cantinero de regalo? – Preguntó uno de ellos.

Él se rió:

- Lamentablemente no ... Pero puedo hacerte un descuento.

- ¿De qué sirve un descuento? ¿Es posible cambiar el descuento por un beso? - Ella insistió.

Miré en dirección a las mujeres, completamente estupefacto.

Caminó hacia ella y giró su rostro, recibiendo un beso en la mejilla, la cual estaba marcada con lápiz labial rojo.

Charles, que ahora tenía un nombre, preparó las bebidas mientras yo continuaba mirando la bebida que me había traído, sin saber exactamente cómo beberla.

- Está bien, volviendo... - me miró, luego de pasarles las bebidas a las mujeres - Les mostraré cómo hacerlo.

- Pensé que no lo harías.

- ¿Quieres un beso primero? ¿O prefieres más tarde? - Una de las cejas levantada, mostrando el verde de los ojos perfectos e irónicos.

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