Capítulo setenta y ocho — San Rafael

Eran más de las siete de la mañana cuando el pequeño convoy de Víctor llegó al pequeño pueblo de San Raphaello. Olivia se había quedado dormida en sus brazos, pero Víctor sintió el poder de la niña, sabiendo que, aunque estaba dormida, seguía monitoreando todo, ya que su energía fluctuaba.

Ni siquiera él entendía cómo podía hacer eso.

Olivia abrió los ojos cuando los coches se detuvieron.

— No digas nada de lo que le pasó a Diego. — preguntó Olivia a los dos hombres, cuando estaban desembarcando.

— No pretendo ocultarle nada, Olivia. — refunfuñó Víctor.

— Ni yo. — la chica miró a Spencer cuando lo escuchó hablar. Él la estaba mirando seriamente: tiene derecho a saberlo. Y no estás bien.

— Yo hablaré. Simplemente nos lo tomamos con calma. No sabemos cuál es su situación allí.

Los dos hombres saludaron.

Víctor ayudó a Olivia a salir del auto, abrazándola firmemente, al ver que ella no podría salir y caminar sola. Todavía parecía debilitada y su corazón y su respiración no eran normales.
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