Capítulo Cincuenta y Tres — Pasado — X

El Tigre quería comerse a alguien vivo en el momento. El miedo de que la menor no recordada en el asiento de al lado no soportaba las heridas que había sufrido, lo estaba asfixiando. Podía ver las venas negras que surgían en el cuello de la Loba Blanca y sabía que venía de la mordida en el brazo que le había dado esa cosa.

Su granja nunca había estado tan lejos como en ese momento. Diego detuvo el coche frente a la casa, casi atropellando a algunas personas. Corrió hacia el asiento del pasajero, desprendiéndose del cinturón de seguridad y cogiendo a la más pequeña con todo cuidado en sus brazos.

Corrió hacia adentro, siendo guiado hasta el cuarto que fuera preparado para recibir a la chica. Él la puso en la cama y se alejó, viendo a los curanderos tomar su lugar, para iniciar la atención. El Alfa retrocedió, hasta golpear la pared y resbalar hacia el suelo, sin despegar los ojos de la menor.

Uno de los viejos que había acompañado observaba la situación, viendo que no era buena. Enton
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