Capítulo Cinco — Coincidencias

Lupino se quedó allí, observando el movimiento del dúo. No pasó mucho tiempo antes de que apareciera un SUV negro, deteniéndose rápidamente solo para que entraran. Esperó a que el auto se fuera y decidió irse antes de que lo vieran.

Victor siguió vagando por las avenidas bulliciosas de la ciudad. Durante mucho tiempo, caminó, buscando una forma de comunicarse con su grupo, pero sin éxito. Sin embargo, sabía que Olivia ya estaría consciente de su situación y no tardaría en poner a todo el mundo al corriente de lo ocurrido. 

El mayor problema era que no podía quedarse en un solo lugar, ya que esos tipos estaban arriba y abajo en busca de su paradero. Y no había un maldito teléfono público funcionando.

Pero en ese momento, tu prioridad era detener esa herida antes de que muriera desangrada. No podría buscar una emergencia, seguramente estarían vigilándolas. Entonces tendría que hacerlo él mismo.

Y, pensando en eso, vagó durante unos minutos a zonas menos concurridas, sabiendo que esos lugares eran utilizados por los habitantes de la calle. Entró en un baño público, yendo directamente al lavabo y mirándose en el espejo.

— ¡Mierda, esa m****a duele! — gruñó el hombre, tirando de la chaqueta y dejando a la vista la camiseta perforada por el proyectil.

Sudando frío y sintiendo las manos temblar, el hombre se quitó la camiseta. El muchacho tomó un pedazo de papel que había encontrado en uno de los reservados y lo metió contra la herida, sosteniendo un grito de dolor en la garganta. No podía llamar la atención.

Enseguida tomó una cinta adhesiva ancha que había robado de una oficina en el camino e intentó presionar aquello como podía hasta sentir que se había pegado. Su sacrificio le daría un poco de tiempo antes de que tuviera que concentrarse en curar su herida de nuevo. Se volvió a poner la camiseta, que ahora tenía su sangre helada, causándole escalofríos.

Ahora necesitaba robar un celular y buscar ayuda.

Pero el Lobo se detuvo al ver dos individuos en su espalda.

Era todo lo que no necesitaba en ese momento.

Villanueva estaba absolutamente segura de quiénes eran, veía por la ropa oscura y por las manos ansiosas por coger las armas. Pero, para un gran observador como él, en aquellos pocos instantes, había percibido que eran novatos.

Victor notó que el primero estaba afoito, mirada agitada y sonrisa de quien había encontrado la gallina de huevos de oro perdida. Lo que estaba más atrás era más serio y mucho más enfocado, no había desviado los ojos de sus movimientos un solo instante.

Sabía que debía morir primero.

No tenía nada para defenderse salvo su chaqueta manchada de sangre. Pero ella serviría perfectamente para el idiota frente a usted.

Y eso fue lo que hizo. 

Su razonamiento no había tardado más que unos instantes, desde el momento en que los hombres habían entrado allí, hasta su acto siguiente. No esperó a que los chicos reaccionaran, cogiendo su chaqueta, lanzando contra el primero, que se interpuso en la reacción repentina de Villanueva. Aquello le dio unos segundos para lanzarse contra el hombre, pegándole un puñetazo contra el lateral de su cabeza, haciéndolo caer prácticamente apagado al suelo. Victor se agachó en el instante en que vio a su compañero sacar el arma y disparar, no le pegó por muy poco. El muchacho cogió el arma del que estaba caído, apuntando y golpeando la cabeza del que había disparado.

Villanueva se agachó, cogiendo el arma del que había abatido primero. Lo registró, esperando encontrar algún teléfono, pero no encontró absolutamente nada. Gimió con el dolor intenso del hombro, pero no pensó mucho mientras juntaba su chaqueta, colocándola nuevamente y se retiraba. No iba a esperar a que apareciera alguien más, o incluso la policía de la ciudad.

Ya era de noche. No soportaba más caminar, la herida en el hombro estaba ardiendo de adentro hacia afuera. Necesitaba limpiar la plata de la herida lo más rápido posible, pues ya llevaba mucho tiempo con ella en su organismo. Si los hombres que lo perseguían no lo mataban, ella haría el trabajo sucio para ellos dentro de unas horas.

Pero nada lo frustraba más que haber encontrado parte de su alma en medio de ese lío.

Lo que más le agonizaba era el hecho de encontrar lo que por años anheló, aquella que formaba parte de su alma, y acabar por no tener ninguna oportunidad de conocerla, ni siquiera de intentar localizarla, pues si continuase en esa situación pronto estaría muerto.

Estaba tan perdido en sus pensamientos, que solo entonces percibió que el SUV negro se encontraba rondando el lugar en que estaba. Maldiciendo por estar tan exhausto y no notar su acercamiento, corrió hacia una calle más oscura y menos concurrida, apoyándose junto a la pared, contra un cubo de basura.  Y esperó, rogando a los cielos para que no fuese reconocido.

Por algunos instantes permaneció inmóvil, aguardando el sonido silencioso del motor pasar. Entonces él miró hacia la calle, viendo qué coche estaba dando la vuelta. Seguramente mirarían solo para estar seguros y partirían para otra avenida, bastaba permanecer allí, parado y tendría algún tiempo para huir nuevamente.

Fue entonces cuando oyó el movimiento de alguien que venía hacia él por la acera. El Alfa Lupino percibió que el humano que se acercaba hablaba por teléfono celular. Y por la forma en que estaba conversando, distraídamente, aparentemente enojado, no había notado lo que estaba volviendo en su dirección, pues parecía discutir con alguien del otro lado de la línea.

El terror se apoderó de su cuerpo al ver quién era allí. No, él no podría perderla, ahora que lo había encontrado. ¡Su compañera, aquella que sería el motivo de su existencia no sería asesinada!

Victor observó si el coche que lo perseguía actuaría contra la chica, ya que aún no había notado que él mismo estaba allí. Pero el Lobo sabía que por estar oscuro, por no haber notado su olor allí, los ocupantes del SUV serían humanos. Y eso podría ser un problema, ya que la chica que venía en su dirección llevaba una chaqueta del mismo modelo y estilo que la de él y el pelo pegado, podrían confundirlo con usted.

Entonces apenas se quedó allí, observando, temeroso los tipos que lo perseguían resolvieran atacar a la chica. Victor rogaba a los cielos que ella saliera de allí, entrara en algún edificio o doblara para otra calle. Sin embargo, parecía que el destino quería burlarse de su cara, pues para su desgracia y desesperación la menor se detuvo, abriendo la bolsa que llevaba en el hombro y retirando algo de dentro de ella.

— ¡Cállate, Matt! — La oíste exclamar, enojada — No te lo voy a dar, lo sabes. Ya lo he hecho. — Victor observó a la mujer amasar algo en sus manos y arrojarlo al cubo de basura en el que estaba escondido. Se dio la vuelta cuando vio que el paquete no había dado en el blanco — M****a... Voy a colgar, y no me busques más, no quiero ningún tipo de contacto contigo o con tu familia.

Ella colgó, caminando distraídamente hacia los papeles arrugados que habían caído del contenedor. Victor maldijo mentalmente, mientras se encogía contra el gran basurero, intentando evitar que ella lo viera. Pero acabó soltando un gemido de dolor, cuando su hombro herido golpeó un ladrillo suelto de la pared.

La chica se detuvo en el acto, mirando hacia Victor. Se levantó, dando un paso atrás, pareciendo asustada. Victor levantó la mirada, viendo los ojos azules mirarlo, pero no lo vio. El Lobo miró más allá de ella, viendo que no tendrían tiempo, el SUV ya regresaba.

— ¿Hola? — Gruñó, desconfiada. Retrocedió algunos pasos, visiblemente asustada — ¿Hay alguien ahí?

El Lobo olió el aire, sintiendo el miedo emanar del cuerpo de la compañera. Victor no tuvo tiempo de reaccionar, ya que el sonido de los neumáticos del SUV le hizo levantar la cabeza y ver lo que más temía. Los vidrios estaban bajados y un par de ametralladoras aparecieron, apuntando.

Y para su desesperación, la mira no era para él, sino para la mujer frente a él, que ahora había retrocedido hasta casi golpearlo. 

 Entonces ellos le dispararon.

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