El capitulo que sigue se publica mañana, pero aviso que si lo lee será bajo su propio riesgo. No digo más. "la autora"
CAPÍTULO 21. Un collar de dominaciónLos hombres normales con fetiches ponen una correa de cuero alrededor del cuello de una mujer, pero Viggo Massari definitivamente no es un hombre normal. Lo que hay alrededor de mi cuello es una gargantilla de diamantes que debe valer literalmente millones de dólares y aún así él tira de ella para someterme como si romperla solo fuera otra de las partes divertidas del proceso.—¿Te volviste loco? ¡Esto debe estar lleno de cámaras! —jadeo y él me calla con uno de esos besos que me roban el aire.—Hace diez minutos que no hay cámaras, ni sensores, ni un maldito fantasma en este lugar —me avisa—. Porque el único hombre que puede escuchar cómo gritas soy yo. ¿Entendido?Me jala más cerca del borde y las joyas debajo de mí se me clavan en las nalgas. Duele, y al mismo tiempo la sensación es demasiado excitante. Siento sus manos delineando el borde superior del vestido y luego lo baja despacio, siguiéndolo con su boca, besando, lamiendo, hasta que aparta
CAPÍTULO 22. Dinero por dineroEstoy recostada en el diván de la joyería, con la respiración aún desacompasada y los pensamientos y el cabello revueltos. El frío de los diamantes sobre losque estuve hace unos minutos todavía parece adherirse a mi piel, pero antes de que pueda hacer algo al respecto, una gabardina aterriza sobre mi cuerpo.—A este paso, terminaré con un guardarropa entero a costa tuya —comento mientras abro los ojos y la sonrisa descarada de Viggo es lo primero que me recibe.Está agachado frente a mí, escrutando cada inflexión en mi rostro mientras apoya los codos en el diván con una expresión que no alcanzo a descifrar del todo.—No me quejaría —responde—. Aunque creo que prefiero verte sin ropa.Ruedo los ojos, pero no replico. Necesito unos minutos para recuperarme, solo unos, y luego me iré.—¿Cómo has estado? —pregunta de repente, con una seriedad y un interés que no esperaba, y lo miro de reojo, sentándome y dejando caer la cabeza contra el respaldo del diván.—
CAPÍTULO 23. Una oportunidad de oroCuando llego al departamento de Vero y lo primero que hago es ir directo a mi habitación para guardar la caja con la pulsera de su cumpleaños en el cajón de mi tocador. Sé que va a gustarle, y además me tomaré ese día para estar con ella, no le gusta mucho celebrar su cumpleaños pero Ruby y yo tratamos de hacérselo especial cada año.Suspiro mientras me meto al baño y paso las manos por mi cuello, como si todavía pudiera sentir el roce de la gargantilla sobre mi piel. Aprieto los labios y dejo que el agua caliente de la ducha me lave el olor de Viggo y… todo lo demás. No puedo negar que me estremece hasta el más mínimo recuerdo de lo que me ha hecho, pero tampoco puedo ponerme sentimental. Esta es mi guerra al fin y al cabo, no puedo permitir que una de mis piezas me ate el corazón… por muy buena pieza que sea.Salgo del baño a enfundarme en un pijama y mis amigas me están esperando afuera con una copa de vino y mil preguntas.—¿Qué tal el trabajo h
CAPÍTULO 24. Maestro de espadasEl día pasa rápido, lleno de reuniones, y cuando me despido en la tarde para irme a casa, Christian todavía tiene el mismo entusiasmo de la mañana. Es evidente que está listo para comerse el mundo, pero al día siguiente en cuando llego a la oficina, lo primero que noto es que está de un humor de perros.Su expresión está tensa, los nudillos de una de sus manos golpean rítmicamente el escritorio, y su café, que siempre bebe caliente, sigue intacto.—¿Qué fue lo que hice? —pregunto acercándome mientras me ajusto los lentes de pasta gruesa y en cuanto levanta los ojos hacia mí, su mirada se suaviza.—No tiene nada que ver contigo, te lo aseguro —suspira como si quisiera convencerme de que mi torpeza no es la causa de que esté así—. Alguien nos ganó el negocio.Mis ojos se abren como platos y si hubiera moscas definitivamente entrarían en mi boca.—¿EL de las acciones de energía limpia? ¡No puede ser! ¡Estoy segura de que entregué los papeles! ¡Ay Jesús! ¿S
CAPÍTULO 25. Doce generaciones de honorNo sé cuánto tiempo paso observándolo.El movimiento de la katana en sus manos es limpio, letal. Es evidente que lleva años entrenando. Su postura es impecable, cada ataque y cada defensa son ejecutados con precisión quirúrgica y por un momento, por un instante entiendo que nada más existe para él. Si le pone a los negocios la misma pasión que le pone a esa Katana, es evidente por qué dirige uno de los grupos más importantes de trade en Wall Street.Por alguna razón, no puedo dejar de mirarlo, y como traemos ese instinto especial incorporado, ese que nos dice que alguien nos vigila, no pasa mucho antes de que Ren se dé la vuelta bruscamente, percatándose de mi presencia. Se detiene y me observa por un momento antes de caminar hacia nosotros, guardando la katana en su funda con un gesto soberbio.—Regina. —Su voz es calmada, profunda, con un leve matiz de molestia o de curiosidad, es imposible saberlo con él.Me cruzo de brazos y lo miro sin inmu
CAPÍTULO 26. Erótica medievalEl filo de la katana se detiene justo antes de atravesar mi carne, pero no lo suficiente para evitar el corte. Apenas es una línea de sangre sobre mi palma, justo en la base del pulgar, pero el escozor me confirma que lo que acabo de hacer no es solo una locura, sino una apuesta peligrosa.Puedo ver el rostro de Ren ponerse lívido mientras unas pocas gotas de sangre caen en la arena entre nosotros, y sus pupilas se convierten en dos espantados pozos sin fondo. Durante un segundo parece como si no pudiera creer lo que acaba de pasar, nadie puede ser tan loca como para ofrecerle una mano en pleno ataque, pero después de todo realmente es un maestro de la espada, una que suelta en un solo instante mientras levanta mi mano con un gesto brusco y la lleva a su boca.—¡¿Estás desquiciada?! —Su voz resuena en el jardín vacío antes de que sus labios hagan contacto con mi piel. Siento sus dientes alrededor de la herida y su lengua casi latiendo contra mi sangre, f
CAPÍTULO 27. Una pareja encubiertaNi siquiera soy capaz de explicar la satisfacción que siento. La mayor parte de este dinero irá a reinversión, es la única forma de que mi desconocida y diminuta empresa siga creciendo, pero mientras puedo aprovechar la curiosidad de Christian a mi favor.Al día siguiente, me planto en su oficina Christian con una actitud renovada, y lo primero que él hace es fijarse en mi mano vendada.—¡Por Cristo divino, Jesús bendito, y su madrecita la Virgen, dime que no te hiciste eso aquí! -exclama con dramatismo y yo niego.-Fue en mi casa, jefecito.-¡Gracias a Dios!—No, gracias a mí, que soy bien chismosa aunque sea torpe, escuche: No logré descubrir quién es el pajarito soplón —admito con un puchero y él se echa hacia adelante en si silla ejecutiva—, pero sé qué empresa compró las acciones antes que usted. Ya sabe… las asistentes hablamos mucho.Los ojos de Christian se abren con interés.—Seguro que fue Kaizen Financial… ¡O no, no! ¡Fue el tarado de Mass
CAPÍTULO 28. Corazón de aceroEl despacho de Viggo Massari no es más luminoso ni más amable que su propia habitación, sino que tiene esa oscuridad intrínseca y minimalista de los hombres poderosos y enigmáticos.El problema no es la habitación en sí, sino lo que hay en el centro de ella y eso es… una mujer.Una mujer hermosa, pelirroja, llena de curvas explícitas que resaltan la lencería negra y la escases del resto de su ropa. Está acostada boca abajo sobre el escritorio y mis ojos no pueden evitar posarse por un segundo en su trasero, blanco como la cal. Y ese momento, ese gesto, esa búsqueda inconsciente me devuelve de golpe a una realidad aterradora: mi realidad, mi vulnerabilidad, mi verdadera yo. Esa que decidí enterrar, pero al parecer debo cavar aun más profundo para lograrlo.Viggo está de pie junto al bar, en el otro extremo del despacho, sirviéndose un trago como si nada, hasta que nuestros ojos se encuentran y por un instante, mi corazón se detiene.Veo la contrariedad en