Estimadas lectoras y lectores Aquí les dejo un capitulo más de esta historia.
Aldo junto a Paloma salieron de la oficina, luego del pequeño “altercado” el muro que había entre ambos se había caído, al menos Paloma se mostraba un poco más relajada. Por otro lado, Aldo, con la sonrisa que lo caracterizaba, robaba más de un suspiro al caminar por los pasillos del Grupo Pellegrini, eso no pasó desapercibido por Paloma, quien solo dijo:— ¡Eres muy popular con las chicas aquí!— ¡Simplemente, soy amable! — Respondió tranquilamente.— ¿Qué tan amable eres? — Dijo Paloma mirándole fijamente.— Lo suficiente como para saber qué responder y que no…— ¿Me estás llamando chismosa?— No, pero los caballeros no tienen memoria, así que no hablo mucho de las personas.— No me refería a todas las personas, yo dije chicas…— Bien, no hablo de las chicas…— Pero veo cómo te quedan viendo con ojos de “Hazme tuya”— Mmm… soy hombre y tengo necesidades… ¡Dios que estoy diciendo! Deja de meterte en mi cabeza…Paloma sonrió al ver cómo aquel imponente hombre se ruborizaba con aquella
El que Emma regresara a la mansión, género en aquel hombre más tranquilidad, ella había cuidado de él, desde niño y tenerla cerca le ayudaba. Era cierto lo que ella decía, la responsabilidad era de él, pero Paloma había estado queriendo asumir una parte de ella, apenas era una joven de 20 años y aunque le costara asimilarlo, sí, ella debía tener su propia vida y sus propios planes, no podía postergarlos por las decisiones de él.Massimo se encontraba perdido en sus pensamientos cuando vio llegar el lujoso auto de Aldo, quien llegaba con Paloma, el joven bajo y como todo un caballero abrió la puerta para que ella pudiera descender, luego de ello vio cómo su hija, esbozaba una amplia sonrisa, esa sonrisa, le causo un poco de preocupación. Su hija normalmente no sonreía así, al menos no la había visto así con alguien de la familia, no era que Aldo no fuese de la familia, pero había algo diferente en esa mirada y sonrisa, prefirió no sobre pensar las cosas y salió a recibirlos en la sala.
Massimo llegó al apartamento de Diana, ya eran pasadas las 10:00 pm, era obvio que ella ya estaría dormida, pero por más que intento, sus pendientes lo fueron retrasando y al final prefirió llegar tarde a no llegar. El hombre tocó el timbre con duda, las luces ya se encontraban apagadas, él imaginó que Diana ya estaría dormida, así que solo toco una vez más, al ver que no salía, estaba por marcharse, cuando escucho cómo se abría la puerta.— Massimo… — Dijo una somnolienta Diana.— Hola… Perdón… Intente hacer lo posible por llegar antes…— No te preocupes, ya estaba dormida…— ¡Oh! Si gustas lo pasamos para otro día…— Anda, pasa… Ya estás aquí…— ¿Estás segura?— Si… Vamos… — Dijo Diana estirándose como gato.— Bien, no quería despertarte.— Hoy fue un día largo y cansado, cuando vi que no llegarías preferí tomar un baño e ir a dormir, ya había dormido al menos una hora. ¿Cómo te fue hoy?— Bien, fui a ver a mi hermano, él es quien me preocupa, sé que recuperar sus recuerdos lo está m
Massimo y Luciano tomaron el ascensor, una vez que se abrió ambos hombres caminaron por un largo pasillo que olía a desinfectante, todo estaba pulcramente limpio y ordenado. Ninguno de los dos hizo por hablar, Massimo llevaba en la mente los recuerdos de su pequeño, de cuando Luciano era un bebe, flashes de aquellos tiempos se vinieron a la mente y eso le provoco un nudo en la garganta.— Aquí es… Esperaré en la salita que está dentro, hay una puerta para poder tener acceso a su habitación, si escucho cualquier ruido extraño Massimo, te saco a patadas…Massimo tomó el pomo de la puerta, con el nudo aún en la garganta, abrió e inmediatamente lo primero que ve, es a esa rubia que por años la considero el amor de su vida, aquella que por años creyó que amaba, aquella que por muchos años le engaño. Ella lo mira y al no poder moverse, solo puede abrir los ojos un poco más de lo normal, y luego pudo articular palabra.— Massimo ¿Qué demonios haces aquí?— Hola, Alessia— Hola, Massimo, ¿qué?
Massimo sintió cómo un agudo dolor de cabeza comenzaba a desarrollársele, precisamente hoy, que no se encontraba en Italia. Se le había ocurrido al maldito Leonardo aparecer, pensaba el hombre, por lo que no tuvo más remedio que mover cielo, mar y tierra para volar de regreso. Mientras Massimo lidiaba con permisos para salir adelantadamente, en el Grupo Pellegrini, Leonardo sentado en la silla de presidencia conversaba con una amabilidad y tranquilidad fingida con Matteo, el hombre le había pedido a Paloma que fuera a su oficina y no saliera de ahí, hasta que él fuera por ella, según las indicaciones de Massimo.— Señor Pellegrini, ya he informado a Massimo que usted está aquí, pero lamentablemente él está fuera del país y, aunque llegue, será dentro de algunas horas. ¿Por qué no me dice que es lo que exactamente necesita? Veo la orden de desalojo, pero usted me pide que localice a Massimo. Yo puedo atender lo que usted requiera y, tan pronto Massimo llegue, ya tenga respuestas.— Matt
¿Qué está sucediendo?Paloma llegó a casa de Massimo, estaba un poco asustada. El guardaespaldas que Massimo le había puesto, la acompañó a la entrada, ella sentía las piernas como gelatina, sus manos temblaban, y el solo pensar en toparse con Leonardo la ponía inquieta. Quiso marcarle a Aldo, necesitaba hablar con alguien, pero recordó que el hombre había dicho que saldría del país.— Palomita, hija, ¿qué te sucede? Vi que te trajeron a casa, ¿pasó algo malo?— Emma, tuve que salir de la oficina casi oculta, Leonardo el padre de Massimo llego y Matteo me escondió en su oficina, ese maldito hombre una vez me secuestro, junto con el hijo de Massimo.— Hija… Pero ¿No te hizo nada?— No, Emma, pero créeme vengo muy asustada…— Tranquila hija, ese hombre no puede hacerte daño, ya estás en casa, ¿quieres que le hable a tu padre?— ¿A Massimo?— No, ¿quieres que le hable a Marco?— No, Emma, no, no, se preocuparía y le reclamaría a Massimo…— Bien hija, te voy a hacer un té para que te calme
——— Casa de la Familia Barzinni ———Marco y Valeria, poco a poco, se habían ido estabilizando. La mujer tenía poco más de 6 meses, un día de la semana mientras tomaban una merienda en el jardín, alguien toco a la puerta de la mansión. Camila fue a abrir, topándose con la sorpresa de que el abogado de la familia Amato y un gran grupo de hombres encapuchados rodeaban la casa.— ¿Disculpe? ¿A quién busca?— ¿La casa de la familia Barzinni?— ¡Sí!— ¿Se encuentra el señor Marco Barzinni en casa?— ¡Sí! ¿Quién le busca?— Soy el abogado de la familia Amato y traigo una orden de arresto para el señor Marco Barzinni, por el secuestro del señor Franco Amato.Camila se sorprendió y se llevó ambas manos a la boca.— Camila, ¿quién es? — Se escuchó una voz masculina al fondo.— ¿Marco…?— Si dime…— Pasen, señores… — dijo el abogado.— Óigame, no, esta es propiedad privada, no tienen derecho a irrumpir… — Dijo Camila intentando bloquear el paso.— Señora, quítese de aquí o me la llevaré también d
La misma mañana en la que Leonardo Pellegrini estaba reclamando lo que por “derecho” le correspondía, Franco Amato hijo, se presentaba en las oficinas de la policía en Lazio, el hombre llevaba en silla de ruedas, lo que quedaba de un hombre senil, esa persona que a duras penas se sostenía en el respaldo de la silla, no era otra persona que Franco Amato padre.El hombre iba drogado, y ya parecía más viejo de lo normal. El hombre pensaba dentro de sí mismo: “Estoy peor que cuando ese desgraciado Barzinni, me tenía en sus garras”. Franco, hijo con aparente preocupación, se presentó para denunciar el secuestro de su padre, el cual había sufrido de torturas inimaginables por años, todo a manos de un tal Marco Barzinni.Los agentes de la policía bien conocían la historia del implacable juez Amato, quien, en sus épocas de gloria, llevó a muchas personas a prisión, ya que era un intachable hombre de justicia. Al escuchar, como narraba la historia, Franco, hijo y los agentes, no pudieron más qu