—Y la estrella más brillante del cielo nocturno es Sirio —dijo Vlad, buscándola desde la ventana.
No tenía idea de cómo lo sabía, pero estaba seguro de no estar mintiendo.
Ingen salió de la cama de un brinco y corrió hasta su lado.
—¿Es esa de ahí? —Apuntó con su dedo al que para él era el astro más luminoso.
—Sí, forma parte de la constelación Can Mayor —agregó Vlad, que empezaba a extrañarse de sus propias palabras.
Él no era de los ilusos que se la pasaban suspirando mientras veían las estrellas, él se admiraba de tener siempre los pies puestos bien firme sobre la tierra, y la cabeza también.
—¿Can Mayor? —preguntó Ingen.
—Es uno de los perros que acompaña a Orión, el cazador... —Se calló abruptamente, sintiendo que alguien más hablaba por su boca, como si estuviera poseído.
Una posesión demoniaca.
Se volvió a ver a Sam
Evitando hacer cualquier sonido, Vlad concentró toda su atención en la conversación de su madre con Samantha.—No estoy muy segura de a qué se refiere, señora —dijo Sam, con una tranquilidad que le pareció admirable.—De Vlad, por supuesto. Jamás lo había visto llevarse tan bien con Ingen. Se veían tan lindos los dos sonriendo. Estás haciendo muy bien tu trabajo, Sam.Vlad estaba boquiabierto, no cabía en sí de la sorpresa. Esperaba lo peor y se encontraba con unas felicitaciones. Parecía un sueño.—Yo sólo quiero lo mejor para los dos y les di un empujoncito para acabar con la tensión entre ambos.—El cambio de Vlad es lo que más me asombra. Parece tan relajado, tan fácil de tratar, tan razonable. Asegúrate de que siga así y que no descuide sus obligaciones en la empresa.—Sí, señora.Más incrédulo que antes, Vlad vio a su madre extender la mano para acar
Hoy era el gran día, el día en que Ingen haría uso del poder conferido por Samantha y cobraría su segundo vale. Terminada la escuela irían a visitar el museo.La sorpresa empezó nada más cruzar la puerta de la institución. Ella lo había ido a buscar con el conductor. Ingen se despidió de una niña y fue corriendo con Sam. La joven no pudo evitar mirar con curiosidad a la pequeña rubia de rostro angelical que parecía una muñequita.—¿Quién era esa niña tan linda? ¿Es tu amiga?—Algo así —dijo él, bajando la mirada.¿Algo así? ¿Algo así como una noviecita secreta? Parecía ser cosa de familia.—¿Ella te gusta? Yo te guardo el secreto.—¡Sam!—¿Qué? Es normal que una niña te guste, o un niño, lo que tú prefieras.Ingen se llevó una palma a la cara, suspirando.—Mejor vayamos pronto al museo —dijo él, caminando hacia el auto.
Pánico. Eso describiría bastante bien lo primero que sintió Sam al oír la revelación de Kel, un pánico incontenible y demoledor, un dolor de certidumbre, como si una profecía apocalíptica se hubiera cumplido ante sus ojos: la desaparecida finalmente había aparecido. Y estaba muerta, ya no había dudas.¿Qué esperanzas podría albergar Vlad de hallar viva a Violeta?Controlando su pánico, Sam corrió de regreso a la habitación de Vlad. Llamó a la puerta con desesperada insistencia.—Vuelve en otro momento, estamos ocupados —le dijo Markus al abrir. Cerró de inmediato, sin darle tiempo ni siquiera de ver a Vlad.Volvió sobre sus pasos, aturdida. El pánico amenazaba con ir en aumento, con ramificarse y volverla loca. Iba doblando en el pasillo del segundo piso cuando vio a la señora entrar a su despacho con Igor. En un acto que podría calificarse como suicida, fue a pegar el oído a la puerta.—¡
—¡Mami!—¡Samy, querida!Las mujeres se abrazaron en el penthouse del lujoso hotel. Se abrazaron como si no se hubieran visto en años, cuando desde el cumpleaños de la abuela habían pasado apenas unos cuantos meses. El padre también la abrazó. Fue un abrazo más bien cauteloso. Tenía una mirada inquisitiva. Sam no lo notó, estaba feliz de haber logrado llegar a salvo. Y cómo no hacerlo si efectivamente pidió que alguien fuera a recogerla. Su padre no envió a cualquier chofer, el hombre conocía a su hija, la conocía tan bien como a su esposa o a sí mismo y esa voz llena de angustia y miedo no le fue indiferente. Envió por ella a Vincent, ex militar, experto en combate cuerpo a cuerpo y uso de armas y jefe de seguridad de su cadena de hoteles. Ella iba a llegar a salvo, por supuesto que sí y le diría de una vez por todas lo que estaba ocurriendo.Fueron a sentarse a la terraza, desde donde tenían una vista magnífica del valle
Al día siguiente de su decisión de arrancarse a Vlad del corazón y de todas las partes en que estaba, Sam tuvo su primera recaída. En su computador buscó noticias sobre Ardelia.No encontró nada. Ningún medio de prensa comentaba lo ocurrido, ni siquiera en publicaciones anteriores, que ya no estaban disponibles. Alguien había hecho un excelente trabajo cubriendo el tema y había resultado tal como Igor había prometido.Se alegró de estar lejos. Se alegró por Ken, que tendría un respiro de todo el asunto. Hasta ahí llegaba su felicidad. Esperaba que Vlad e Ingen estuvieran bien. La tentación de llamarlo se diluía al ver su teléfono descompuesto. No le sobraba el dinero como para comprar uno nuevo. Félix dijo que se lo repondría si superaba el desafío “dos semanas sin el intenso”.Mitad de la primera semana.Sam y su madre fueron de compras. La mujer iba dispuesta a comprarle todo lo que ella le pidi
“Tu novio”, había dicho su madre.Sam había dejado de tener un novio hacía dos semanas. En ese tiempo incluso llegó a cuestionarse haber tenido realmente uno. Se había convencido de que todo había sido una fantasía, mitad pesadilla, mitad sueño húmedo. Y ahora, completamente segura de que estaba despierta, el sueño había ido por ella.—¿Dónde está? —preguntó, levantándose.—Lo vi del otro lado, hablando con unas chicas. Lo llamé, pero no me oyó. Tal vez no era él. —Majo volvió a sentarse, bebiendo un sorbo de su cóctel.Sam no perdió tiempo. Debía confirmar con sus propios ojos si era él o no. El restaurante de forma ovalada estaba emplazado en la playa, con las mesitas y sus quitasoles repartidos a su alrededor. Dio la vuelta, buscando a alguien parecido a Vlad entre los bañistas y clientes. Un hombre alto, de cuerpo atlético y bien parecido no destacaba tanto en una playa tan exclusiva como aquella, dond
—Me llamo Samantha, pero puedes llamarme Sam —se presentó ella, con una radiante sonrisa.—No voy a llamarte de ningún modo. Vete y no vuelvas, no quiero tener problemas en mi trabajo por tu culpa.—Yo no quiero causarte problemas, todo lo contrario. Puedes contar conmigo si necesitas algo, lo que sea. Considérame tu aliada. —Se bajó de la mesa y caminó hacia la puerta—. ¿Puedo invitarte a cenar?—No.Se lo ponía difícil, pensaba Sam, caminando de regreso al hotel. La opción de secuestrarlo era bastante atractiva, no podía negarlo, pero seguía siendo la última. Contarle la verdad y decirle quién era también estaba por el final. Temía que él no se lo tomara bien y escapara. Podía ser alguien más, pero en esencia seguía siendo el mismo y Vlad Sarkov era el hombre más desconfiado que había conocido. Decidió que seguiría con el plan de acercamiento que tenía hasta ahora.El encargado del restaurante había dicho que Vlad era el último en dejar el trabaj
En un remoto rincón de la playa, detrás de unas rocas y lejos de los ojos de los curiosos, hasta donde ellos sabían, los cuerpos de Sam y Juan se balanceaban al ritmo de las olas. Era la unión sutil de dos personas que acababan de conocerse, porque podía ser Vlad, pero era diferente, era alguien nuevo. Aún así, la sensación de estar en territorio conocido era potente, hasta Juan lo sentía de ese modo. Eso lo intrigaba. Y por mucho que deseara cooperar para saciar la sed de venganza que dominaba a la agraviada mujer, sabía que no estaba bien, así que se negó. Ella pareció más triste que cuando le contó sobre la homosexualidad de su novio.“¿Bailarías conmigo entonces?”, le preguntó ella.Él no sabía bailar, no tenía ganas de bailar.Le dijo que sí. La abrazó y empezaron a dibujar en la arena algo parecido a un triángulo, moviéndose en un suave ritmo de vals. Así estuvieron en un instante que pareció eterno y fugaz al mismo