Latidos y secretos (3era. Parte)
Una semana después
New York
Lance
Los doctores me dijeron que los dolores constantes entre los omóplatos y las costillas son consecuencia de la operación. Hasta la dificultad para respirar viene de ahí. Tendré que esperar dos meses más para recuperarme, pero ya no soporto esta cama. No es justo que Karina me cuide en su estado. Yo debería estar cuidándola a ella.
Miro la puerta, esperando que regrese de la cafetería. Es entonces cuando golpean.
–Mi muchacho, es bueno verte recuperado –dice mi abuelo entrando, su voz grave llenando la habitación.
–¿Qué haces aquí? –le digo de inmediato, con frialdad–. No tienes nada que buscar aquí.
El viejo avanza despacio, como si la habitación le perteneciera.
–Lance, solo vine porque me preocupo por ti. Además, sé que siguen con problemas económicos. Vengo a ofrecer mi ayuda.
Me incorporo un poco, apretando los dientes. El dolor en el pecho me quema.
–No quiero nada tuyo. Puedes irte por donde viniste –respondo, llevándome una mano al pecho.
–Lance,