Viviana

Mientras pensaba en cómo deshacerme de Nicolás, su auto se detuvo frente a mí y bajó la ventanilla. ¿Te regodearías de mí todavía?

- ¿Cuanto cuesta el programa? - le preguntó.

Miré alrededor. ¿Estaba hablando conmigo mismo? ¿Estaba bien?

- ¿Cuanto quieres dormir conmigo? - el insistió.

- ¿De verdad me hablas?

- Sí, prostituta en una esquina. - él se rió.

Miré y vi que realmente estaba en una esquina.

Empecé a reír:

- ¿De verdad vas a hacer esto?

- Voy. – dijo con firmeza. - Tengo dinero... Cuanto quieres para satisfacerme por completo.

Me sonrojé y dije:

- Quiero el cordón que tienes alrededor del cuello.

Puso su mano en el cordón:

- Eso es muy valioso, querida. Tiene que valer la pena.

- Apuesto a que no te arrepentirás.

- Está bien, si no me arrepiento, lo pagaré. Si me arrepiento, no pago.

- Trato hecho.

Empujó la puerta sin dejar la dirección y luché por entrar.

- ¿Puedes ayudarme? - Yo pregunté.

- No es lo mismo. Te pago para complacerme, mujer, no para ayudarte. Ya estoy perdido
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