Siempre

Después del pastel y los “gracias” que les di, invité a Nicolás a mi habitación.

Tan pronto como entramos, me senté en mi cama y dije:

- Me siento ridícula con este viejo pijama.

- Ya te dije que no me importa. Para mi eres perfecto.

Se sentó a mi lado y abrió su mochila, sacando una caja de regalo.

- No puedo creer que me hayas comprado un regalo. - dije emocionada y curiosa.

- No puedes contenerte, ¿verdad?

- Claro que no. Me encanta recibir regalos. Y nunca me diste un regalo. - Me quejé.

- Ahora hasta me avergonzaste. Lo compré rápido antes de venir, después de que tu madre me hablara de la celebración.

Me reí:

- No importa lo que sea... Si me lo das, me encantará.

Me mostró la caja. Fui a buscarlo y él lo sujetó con fuerza, sin dejar que se lo quitara de la mano:

- Primero un beso... De verdad.

- No hay necesidad de preguntar dos veces.

Me tiré encima de él, causando que Nicolás cayera sobre la cama. Podría ser divertido, pero cuando nos tocamos estaba literalmente en llamas. No
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