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El amor existe, pero me odia - Parte II

“Mantén tus ojos en las estrellas y tus pies en la Tierra.”

Theodore Roosevelt.

(1858-1919)

Vigésimo sexto Presidente de los Estados Unidos.

A la salida del edificio, Eddy me intercepta.

—Bee, llegó esto para ti ayer, pero con… bueno… ya sab… la lluvia. Olvidé dártelo. —me tiende un paquetito de cartón cuadrado. Y trae una pequeña hoja doblada.

¿Una nota?

—¿De quién es, Eddy? ¿Quién lo trajo? —pregunto. Se encoje de hombros.

—Ni idea, lo trajo un repartidor de correo.

—Bueno, gracias. —meto el paquetito en el bolsillo trasero de mis vaqueros, y me quedo con la nota.

“Si alguien ama a una flor de la que solo existe un ejemplar entre millones y millones de estrellas, es suficiente mirar al cielo para ser feliz, pues puede decir satisfecho: Mi flor está allí, en alguna parte”

-El principito.

Sin firma, ni nada. Sin un indicio de quien puede ser.

El paquetito no trae marca, tampoco algún logo de empresa. Nada, solo es cartón marrón, tan simple como eso. Primero un tulipán rarísimo, y ahora un paquete de semillas. ¿Será la misma persona? No puede haberse equivocado dos veces.

Mi hermano se queda hablando con Eddy sobre un partido o algo así, mientras yo intento descifrar el autor de tan hermosos detalles. Y es que parece conocerme, porque sabe de mi pasión por la jardinería, y los tulipanes. ¡Y que, además, lee! O por lo menos leyó mi libro favorito de pequeña. Es extraño, misterioso y anhelo saber quién es.

—¡Ehm… Bee, vamos! —Matt agita su mano frente a mi rostro, salgo de mi ensoñación con una idea.

—¡Vamos al Paintball! —propongo y a mi hermanito se le iluminan los ojos.

—Me encanta tu camiseta, Bee—comenta con diversión.

***

Nos iremos en el auto de Matt, un viejo Chevrolet Camaro del año sesenta y siete, pero muy bien cuidado. Lo obtuvo por su propia cuenta, recuerdo que ahorró durante mucho tiempo y cuando por fin lo consiguió era una chatarra, él mismo lo dejó como está, con ayuda de sus amigos de secundaria. Rocky lo bautizó, es negro con las clásicas rayas blancas en el capó.

Lo que más me encanta de Rocky es que es descapotable, y en los veranos es increíble ir sin techo por las calles.

Caminamos por el estacionamiento subterráneo del edificio hacia donde está Rocky, Matt me abre la puerta del copiloto con solemnidad.

—Gracias, señor caballero. —Le digo haciendo una reverencia cual princesa.

—Por usted bajo el cielo, mi lady. —Se inca él en respuesta. Y los dos nos partimos de risa.

Lo primero que hago al subir es encender la radio. Suena Immortals de Fall Out Boys, es perfecta para el momento, subo el volumen. Al subir Matt le propongo tomarnos una Selfie necesito «inmortalizar» esta salida en la historia.

***

ShootersSprint es el nombre del parque de Paintball al que vamos. Dimos unas cuantas vueltas por la ciudad hasta que llegamos al lugar.

 Un hombre con el uniforme de la tienda nos atiende al llegar, nos presenta los trajes e indica las reglas.

Varias personas esperan para entrar en el próximo turno, y nos toca también a nosotros. Será divertido, y lo más importante, Matt se distraerá un poco.

Ya con los trajes puestos, nuestras armas, y municiones, nos disponemos a participar de este divertido juego, aunque pronto descubro que también te deja dolorida. A pesar de que las balas son de pintura, el impacto arde sobre la piel.

Somos de equipos contrarios, soy del equipo rojo y Matt del azul. Cada equipo tiene balines de pintura del color correspondiente al equipo.

Es suficiente decir que salgo del campo pareciendo la Pitufina[1], y con en el cuerpo magullado de las balas, pero feliz. Es increíble la adrenalina que sientes al estar en un campo como este, mientras intentas escapar y contraatacar al enemigo. Fue divertidísimo, tendrá que repetirse. Vendremos luego por la revancha, y estaré preparada.

Es casi medio día cuando salimos del PaintBall, recuerdo que tengo que comenzar a trabajar en mis flores. No sé cuánto tiempo más estará impredecible el clima, y eso no es bueno, tengo que apurarme.

El viaje de regreso es tranquilo, como es obvio, no sin las constantes burlas de mi hermano. El objetivo fue cumplido, logré sacarle algunas sonrisas, a costa de mi derrota y sufrimiento, pero valió la pena. Ahora estoy medio dolorida, y tengo que seguir con el plan de rescatar mi pequeño paraíso en la azotea.

Llegamos a casa y veo que mamá nos dejó una nota en la nevera anunciando que hay pizza y ensalada, y que está durmiendo. No es de extrañar que esta mujer apenas huele su cama se eche a dormir, por su estilo de salvavidas en la sala de emergencias, y al tener unos días libres, debe aproveharse.

Matt se excusó y subió a comer en su habitación, seguro aún tiene mucho dolor en su corazón, entiendo que es mejor dejarlo solo por ahora, y sé que si me necesita, no dudará en llamarme.

Voy hasta la azotea con mi taza de ensalada. Y el bonsái que compré. Observo la ciudad por el borde del edificio, y pienso en Derek, y en cómo me sentí tranquila con su compañía, no recordaba lo que se sentía tener un amigo, además de Rose, quien ya, por supuesto, no es mi amiga. Y aunque no puedo odiarla, no la quiero cerca de mi o de mi hermano, ha dañado una parte importante de mi vida, estoy segura de que lo sabe, y no le importa. Quiero que se vaya lejos y no regrese jamás.

Termino mi ensalada, e inspecciono el invernadero, y el vivero. Se encuentran en mejor forma las flores, pero son pocas las que quedan, de repente recuerdo las semillas que me regaló el chico misterioso, y en verdad espero que sea un chico.

Busco dentro de mi pantalón el paquetito de cartón y me pregunto que serán, selecciono algunas y las pongo en una maseta rectangular que está vacía, las orquídeas que crecían ahí se dañaron. Preparo la maseta para sembrarlas, y esperar que crezcan para saber qué especie es.

Todo con respecto a las notas y los obsequios es misterioso, incluso esto. No sé qué planta o de que especie son estas semillas. La duda carcome. Es una cuestión de necesidad. Necesito saber quién es.

Bajo al departamento, y todo está callado.

Me asomo a la habitación de mamá, y sigue en el paraíso con Morfeo, lo mismo hago con Matt, quien extrañamente también duerme. Matt es una chispa andante, alegre y entusiasta, verlo así, queriendo escapar de la realidad dentro del mundo de los sueños, me rompe. Desde niño esa ha sido su forma, si tenía problemas o algo lo agobiaba, dormía como esperando que al despertar todo fuese un sueño.

Aprovecho que ambos duermen, y me dirijo a ParadiseGarden, por las cosas que tengo en mi lista para continuar con mí proyecto.

El Camaro de Matt está aparcado a un costado del edificio y puedo usar el auto de mamá, pero no me gusta tomar las cosas sin permiso, los dos están dormidos. El destino conspira en mi contra, proponiéndome ir en el Sub.

 Emprendo mi camino a paso acelerado, así llegaré más rápido, debo volver antes del anochecer, ya hay ciertas nubes grises dibujándose en el cielo. Tengo que apresurarme, tal vez es una tormenta.

Subo al subterráneo y por instinto busco detrás de mí, quiero ver si el chico guapo de mirada profunda me mira, aunque no sentí que alguien me miraba como la vez anterior, ni ese ardor en mi nuca. Como una completa psicópata, reviso a todas las personas del vagón, ansiosa por encontrarlo.

Estoy de pie, no hay asientos disponibles, así que estoy pegada cual ventosa a un tubo para sostenerme, soy muy torpe y siempre es mejor prevenir que curar.

Sigo paseando mi mirada por todo el lugar, y cuando volteo lo veo, justo a mi lado, casi encima de mí, con su mano puesta en el tubo de pasamanos al que estoy pegada como un koala al eucalipto. Noto su olor, huele bien, muy bien, como a naturaleza y perfume.

Es más alto de lo que pensé la primera vez, no es como si yo fuese bajita, pero tengo que mirar hacia arriba para encontrar sus ojos, y una sonrisa desdeñosa de medio lado en su boca, enmarcando esos ojos gris plomo, haciéndolos más penetrantes.

—¿Me buscabas? —pregunta con una voz suave, cálida y profunda como mantequilla derretida sobre una tostada.

Ese tipo de voz que te hace suspirar, revolcarte y envolverte en su magia. Una voz baja bragas como dirían otras. Esa voz por la que harías lo que fuera si te lo pidiera.

Me quedo petrificada, mi cerebro está reiniciándose ahora. Cielos, su voz es igual o más hermosa que él. Todo encaja. Quería verlo, quería saber que no era una fantasía, pero que estuviese a mi lado y me hablara con esa voz tan… ¡Dios! ¡Reacciona, Bee! ¡Di algo, lo que sea! Y mi torpeza lo consume todo.

Me quedo mirándolo embobada, no sé por cuánto tiempo. Para cuando mi materia gris me permite articular palabras coherentes, llego a la estación donde debo bajar, y así lo hago, en una maraña de sueño y fantasía, donde es posible encontrar chicos así en el subterráneo y que además ¡te hablen con aquella voz!

No me doy cuenta de que el chico de mirada intensa ya no está cerca cuando bajo, hasta que de nuevo tengo esa sensación de ser observada y me recorre un escalofrió.

Encontrarme con esa mirada hizo estragos en mi sistema nervioso.

—¿Entonces, no hablas? —pronuncia con suavidad muy cerca de mi oído, me sobresalto y se me eriza la piel, ¿cómo puede tener ese efecto en mí si no lo conozco?

 ¿Qué te pasa, Bee?

Supe que era él sin mirar, esa voz no la tiene cualquiera.

—Yo… Ehm… Sí. —De nuevo la torpeza se apodera de mí, y no sé qué decir. Soy una llama encendida por el sonrojo. Gracias a Dios que no dije algo más estúpido como confesarle que estuve fantaseando con él.

—Me gustan tus camisetas, esta en particular —dice señalándola—, me gusta mucho. Debería hacer de esa frase mi lema de vida. —y sonríe, no una sonrisa completa, pero sonríe y si creía que su sonrisa más todo el paquete completo es perfecto, es poco decir.

Con esa sonrisa puede darle energía a la ciudad, el estado e incluso el país entero si fuese una sonrisa plena.

Adelanta el paso, y reparo en como viste, un vaquero muy azul, casi negro, una camiseta gris y encima de todo eso una chaqueta de cuero con unas zapatillas Converse negras, su aspecto es de chico malo, y eso siempre me atrae, por lo menos en mis novelas.

Cuando está un poco más lejos de mí, voltea y me guiña un ojo.

Ese gesto cocinó mi cerebro como lava ardiente tocando una flor, no seré capaz de pensar con claridad de nuevo, ¡jamás en la vida!

Él cruza la calle con su caminar tan seguro, y se va en dirección opuesta a la mía.

Hermoso es una palabra pequeña para lo que es este chico, aunque no estoy segura de que sea solo un hombre, ¿será humano?, ¿un ángel? Incluso puede ser un hombre lobo o un extraterrestre. Tiene todo para ser un semidios y como mínimo un metahumano…

Confiaré en mi hermano y le daré la razón… leer tanto me está afectando.

[1]) Pitufina es el protagonista de la tira cómica Los Pitufos.

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