72: Ciegamente tú.

Esa mañana, en cuanto Magnus estuvo listo para ir a trabajar, se encontró con Irina intentando animar a Milán. El niño tenía las rodillas raspadas y el rostro lleno de lágrimas, unas que se detuvieron al ver a su padre.

—¿A dónde vas? —le preguntó Irina, pero este la ignoró—. Recuerda que la junta con Evangeline es dentro de diez minutos.

Magnus resopló y acercándose a su hijo sonrió. El niño pidió su bendición y él estuvo animándolo esos diez minutos de espera mientras no dejaba de pensar en que sería cuestión de tiempo para que sospecharan de la desaparición de Nev.

Irina lo observaba, estaba molesta con él por la terrible noche que la hizo pasar, pero también estaba preocupada. Pues este realmente había jugado con fuego.

El ojiazul se preparó en la oficina de su casa para presenciar en línea el discurso de Evangeline. Y en cuanto la vio allí, desenvolviéndose y luciendo tan bien, sus labios se hicieron agua. La extrañaba tanto rodeándolo con fuerza, sus besos húmedos y el sonido de
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