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Van caminando a través de la casa. Esta vez, en silencio. Ana no entiende muy bien porque ninguno de los dos bromea , siempre lo hace, o hablan sin parar. En este caso el silencio abunda en la casa en cuanto suben al vehículo. Esteban maneja y Briana se sienta en el asiento del acompañante. Aunque mira hacia afuera sin prestarle atención a Esteban. El mismo siente el corazón encogido en un puño, sabía que no debía gritarle a Briana, pero cuando se trataba de su hermano explotaba: le era muy difícil poder contenerse, aunque sabe que había actuado a mal. Él suspira, arranca el vehículo y empiezan a conducir.

—Briana, ¿iremos a comprar unos chupetine? —quiere saber la pequeña.

—Claro mi niña después de la consulta iremos.

—¿Estás nerviosa? — quiere saber Esteban.

Quería aligerar el ambiente.

—La
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