Salvador se quedó helado, estático, al notar como Majo lo apuntaba con el arma, veía como las manos de ella temblaban, en cualquier momento podía halar el gatillo y disparar. —Suelta el arma, no te hice nada malo, no te he tocado, lo juro —aseguró—, vas a cometer una locura de la cual te vas a arrepentir. —Carraspeó y jadeó profundo. —¡No te creo nada! ¿Me tomaste fotos? ¿Se las mandaste a Sebas? ¿Qué pretendes con esa imagen de salvador que no te queda bien, solo combina con tu m@ldito nombre? —cuestionó ella gruñendo, sostenía el arma, pero toda ella temblaba. —Vamos a calmarnos, anda baja el revolver. —Se puso de pie. —¡No te muevas! —gritó Majo, colocó sus dedos en el gatillo—. No te me acerques. Salvador elevó sus manos en señal de rendición, sabía que una mujer alterada, nerviosa, y con un arma en la mano era altamente peligrosa. —Solo quise ayudarte, deseo hacerlo —comunicó. Majo frunció el ceño, arqueó una ceja.—¿A cambio de qué? ¡Nadie hace las cosas gratis! —Descub
«Yo soy… Aquel que una estrella del cielo te quiere bajar. Quien solo al tenerte despierta con ganas de amar. Quien más se te arrima, y más te adivina, soy yo»La hermosa melodía de Luis Miguel, se escuchaba en las bocinas del hermoso restaurante al cual llegó la pareja. Juan Miguel había reservado una mesa en la terraza de aquel rooftop bar, desde donde se apreciaban las cúpulas de la imponente catedral de Cuenca. Desde ese lugar se contemplaba el sonoro recorrido de las aguas del río Tomebamba, bañando la hermosa ciudad. Como bienvenida le sirvieron un coctel elaborado a base de ron, amaretto y un toque de naranja. —¿Te gusta el lugar? —preguntó Miguel, le acarició la mano. —Es hermoso, desde que llegué a esta ciudad me enamoré de su belleza, la arquitectura es muy particular, la gente es amable, me agrada. —Suspiró y pensó en su familia en Colombia. —¿Te gustaría volver a nuestro país? —preguntó Miguel, mientras le acariciaba el dorso de la mano. Lu exhaló un suspiro. —Sí —
Miguel separó los labios, su vista estaba nublada de deseo, sus manos rozaron las pantorrillas de Lu, luego sus muslos, provocando en ella ese cosquilleo que solo las caricias de él le podían hacer sentir. Le zafó la una media y se la quitó, luego hizo lo mismo con la otra pierna de Lu, pero no pudo contenerse más, la haló de la mano y ella subió a horcajadas en las piernas de él, y pudo sentir la gran erección de él rozando su sexo. —Miguel —susurró Lu. —¿Te das cuenta como me pones? —musitó él, pasó su lengua desde el cuello de Lu hasta la clavícula, mientras ella restregaba sus caderas en el miembro erecto de él.—También me enloqueces —susurró Lu, y levantó el buzo de él para quitárselo con premura. Juan Miguel sonrió, y la ayudó, entonces sintió los dulces labios de ella, dejando un reguero de besos en su cuello, y en su firme pectoral. —Te he extrañado tanto, me has hecho mucha falta Lu. —Apretó sus firmes glúteos, sentía el corazón agitado. —Soñaba con el momento de volve
—¿Te has vuelto loca? —gruñó Emiliano, apretó los dientes—, recuerda bien lo que hiciste, fuiste tú la que me besaste primero, tú la que te me restregaste, ¿qué querías que yo hiciera? —cuestionó resoplando—, soy hombre. Las mejillas de Karla se volvieron carmín, la ira encendió su sangre. —No aprovecharte, hubieras dicho que no, pero no, abusaste de mí. —¡No lo hice! —gritó—, no te forcé a nada, y deja de hacer tanto escándalo, ni que hubiera sido la gran cosa —bufó y salió envuelto en la sábana a la pequeña salita de la suite. —¡Imbécil! ¡Patán! —gritó Karla llorando desesperada—, busca un hotel —vociferó—, no te quiero ver aquí en la suite —expresó lanzó la puerta de la habitación. Emiliano la ignoró por completo, buscó en el minibar una botella con agua helada, sentía la garganta seca. —¿Qué hice? —gruñó y tiró de los mechones de su cabello—, cuando Lu se entere no voy a poder recuperarla —bramó enojando consigo mismo, golpeó con sus puños el mármol de la encimera, y fu
—No, eso no debe existir, seguro es una leyenda, otro de los inventos del abuelo para espantar a los niños —advirtió Mike. Marypaz resopló. —No, porque dicen que solo se le aparece a la abuela, y a mi mamá —comunicó dibujando una mueca en sus labios. —¿La mamá de ustedes la habrá visto?Dafne y Mike se miraron entre ellos, intrigados, en ese momento les pidieron entrar para servirse el desayuno, ya los adultos se encontraban en la mesa. —Mamá —dijo Mike. —¿Podemos hacerte una pregunta? —cuestionó al momento que llegaron al gran comedor. Lu les sonrió los miró con ternura. —Las que quieran. —¿Sabes que es la duqueconda? —indagó el niño. —Dice Marypaz que es una serpiente de gran tamaño, que solo se le aparece a la abuela y la tía Paula, pero nosotros creemos que no existe, a menos que tú la hayas visto. María Paz se atragantó con la saliva y empezó a toser. Paula apretó sus labios, Joaquín, Juan Andrés, y Miguel, contenían la risotada que se quería escapar de su boca. —¿Qué cos
Instantes después Lu abrió sus ojos, se sentó de golpe, frunció el ceño todo le daba vueltas, pero la opresión y la angustia en su pecho era más grande, se encontraba confundida, alterada. —¡Emiliano! —exclamó sollozando—, él nos va a proteger, siempre lo hace —empezó a decir, abrazando sus piernas, balanceándose. —¡NO! —gritó—, él también está en peligro, hay que avisarle —suplicó. Juan Miguel sintió en ese momento que el corazón se le fragmentaba en miles de pedazos, la garganta se le secó, y sintió una quemazón en el pecho, cerró sus ojos, el alma entera le dolió, al ver que ella confiaba más en Emiliano para protegerla. Su mirada se cristalizó, era comprensible, ese hombre había dado su vida por cuidarla, en cambio, él… la repudió, la alejó de su vida, no le dio derecho a defenderse, A pesar de la conmoción, se acercó a la cama, la abrazó muy fuerte, pero ella lo único que deseaba era proteger a sus hijos. —Mis niños —sollozó. —Tranquila Lu —articuló, las palabras parecían ato
Río de Janeiro- Brasil. Emiliano había logrado conseguir una suite en el mismo hotel, alejado de Karla, durante ese día no se habían visto, y mucho menos hablado. Se encontraba trabajando frente a su laptop, cuando le llegó una notificación del correo de la empresa, frunció el ceño al ver que era de presidencia «Miguel» dijo en su mente, y pensó que Karla ya le había contado lo sucedido. Resopló, y con cierto recelo abrió. «Albeiro ya sabe que Lu está viva, ten cuidado»Emiliano abrió los ojos de par en par, el corazón le retumbó con violencia. —Lu, y mis niños corren peligro —musitó sintiendo que algo le atoraba la garganta, apretó sus puños, ya no podía protegerlos como antes, entonces siguió leyendo el correo. «Si querías un motivo para vivir y operarte te voy a dar tres razones: Lu y los niños te necesitan, ella confía en ti, y yo estaré más tranquilo si eres tú el que los custodia»Los ojos de Emiliano se llenaron de lágrimas, la garganta se le secó, sus labios temblaron, pen
Las manos del doctor Arismendi se transformaron en fuego que recorrían la piel de Majo, encendiéndola como una hoguera, la boca de él besaba con parsimonia cada centímetro de su delicada y sedosa piel. —He esperado mucho por este momento —susurró él al oído de ella. —También yo —contestó Majo—, haz tus deseos realidad antes de que me arrepienta. —No habrá vuelta atrás —musitó Salvador con su voz ronca varonil, la miró a los ojos con esa seguridad que proyectaba siempre—, estás a punto de hacer un pacto con el diablo. —Pues dime en donde firmo ese pacto —respondió ella con altivez, y de pronto sintió que los hábiles dedos de él, se introducían por debajo de sus bragas, y hurgaban en su interior, provocándole un sinnúmero de sensaciones, unas ya conocidas, y otras no. Las caderas de Majo empezaron a moverse al ritmo de los dedos de él, y la boca de Salvador le besó desde el cuello hasta la clavícula, y siguió hasta sus senos, embutió uno de ellos, y María Joaquina se retorció de pl