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Damián Webster.

Veinticuatro horas. Veinticuatro malditas horas y no sabía nada de mi hija.

Sabía lo que intentaban, yo sabía que ellos la tenían y sí no se habían comunicado conmigo era porqué simple y llanamente querían que explotara. Me querían al borde del abismo, sabían que sí me desesperaba iba a empezar a actuar por puro impulso y eso les convenía.

Les convenía porqué sí no pensaba las cosas antes de hacerlas las cagaba completamente, me volvía un total imbécil.

Pero no les daría el gusto, no sabiendo que mi hija estaba en peligro.

Hace un rato fuí por mis medicinas y me aseguré que Ámbar siguiera dormida. Mi cabeza amenazaba con explotar en cualquier momento, pero seguía allí, mostrándome tranquilo y sereno, mientras que mi interior estaba hecho un total lío.

No quería dormir a Ámbar de esa manera, pero lo necesitaba, ella parecía que en cualquier momento se desestabilizaría, que entraría en pánico de un momento a otro, yo no podía cuidarla, estaba fuera de sí y no podía ocupa
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