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—¿Te comeras eso?— preguntó mientras yo llenaba mi hamburguesa de ketchup.

Levanté la vista de mi deliciosa comida para verlo, él me miraba con desconcierto e hizo una mueca de asco al ver mi comida.

—Por supuesto— asentí con convicción— si pude comer tu comida puedo comer lo que sea.

Su comida sí que era un asco, dijo que sabía cocinar pero eso no era más que una vil mentira, pues, todo le salió tan mal que finalmente terminamos almorzando dulces y bebidas gaseosas. Pero al caer la noche envió a dos guardias por hamburguesas para todos.

—No estaba tan mal— se defendió y lo miré como sí estuviera loco.

—Sí no sabías debiste dejarme hacerlo— era yo quien haría el almuerzo en primer lugar, pero él insistió en que lo dejara hacerlo solo.

—Si sé— puse los ojos en blanco y le dí un mordisco a mi comida— es sólo que tenía mucho tiempo sin hacerlo.

—Una vez mi padre le dijo a mi hermano qué lo que bien se aprende no se olvida.

—Seguro no hablaba de la cocina— acercó su mano a mi cara y con s
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