Cinco meses después…Después de la caída quetuvo en la guardería, Andrés no volvió a intentar caminar otra vez, ni apronunciar mamá o papá a como ya lo hacía. Efectivamente al caer, se abrió laencía y le salieron cuatro dientecitos a la vez, sumado al trauma que significópara él, vivir eso lejos de sus padres. Tuvo un gran retroceso que nos dejó atodos muy desanimados. Por suerte, seguía siendoel mismo bebé simpático y risueño, pero sabemos que hay un antes y un después,que no podemos negar.Tras el primer cumpleaños de Andrés, el cual celebramos dos días; uno con susabuelos maternos, otro con sus abuelos paternos y mi primo con su novia, quellegaron de sorpresa para saludarlo. Andrés cayó enfermo con unagastroenteritis que lo tiene descompuesto hace poco más de un mes. Si bien está“sano” dejó de comer por completo y sólo pide pecho todo el día, además, dehaber contagiado a Felipe primero y luego a mí.Habíamos pasado por varios sucesos tristes, ya que, para el cumpleaños
Tomo mi móvil, abro F******k y busco el contacto de Roberto.Emilia: Hola, Roberto, ha ocurrido algo con papá…Roberto: Hola, Emilia. ¿Qué le pasó al viejo?Emilia: Sé que no es la forma… pero falleció hace unos minutos. Necesitaba que Gustavo y tú lo supieran. Estoy viendo los detalles. Te mantendré informado. Lo siento mucho :(Roberto: Igualmente… Gracias, Emilia.Flashback*(11 años atrás)Estaba pasando mis vacaciones de verano en casa de mis tíos Francia y Antonio, acompañando a mi prima Paula, quien había tenido un quiebre con su pareja y padre de su hija.Un día por la noche, estábamos preparando para hacer unos tacos y ver una película, cuando tía Francia comienza a comentar sobre los hermanos de papá: siete hombres y una mujer, de los cuales habían fallecido cuatro hermanos durante estos años. Ella por ser la única mujer, era la consentida de todos. La verdad es que sobre la historia familiar de papá no conozco muchos detalles. A los dos hermanos de papá que conocía, uno hab
Ocho meses después…Estamos sentados en la sala de espera, jugando con Andresito mientras es su turno con la pediatra.Después de todos los acontecimientos con la muerte de papá, no pudimos retomar los ejercicios de estimulación, para que retome el habla y la marcha, aunque realmente lo estoy dejando ser. No todos los niños tienen el mismo ritmo y si algunos caminan a los nueve meses, hay otros que caminan cerca de los dos años y no pasa nada.“¡Hola, Felipe!”, le llama Maritza, su pediatra a quién adoro.—Hola, Mari ¿cómo estás? —pregunto amable.—Todo bien ¿Cómo va este enano? —pregunta una vez pasamos a la consulta y nos sentamos.—Bien, aunque nos tiene preocupados. Aún no quiere caminar, se afirma de los muebles, pero no da el paso y sigue balbuceando cosas, aunque ahora último le dio por los números —comento, ella asiente y anota en el computador.Después de medirlo, pesarlo y revisarlo completo, anota los registros en el computador. Felipe sale, ya que la alarma de robustito est
A un mes del cumpleaños número tres de Andrés, ya estaba cansada de seguir mintiéndole a mamá y a la familia. Felipe aún no era capaz de encontrar trabajo y prácticamente era un hijo más al que mantener, lo que deterioraba nuestra relación día a día.Estábamos completamente endeudados. El dinero que ganaba en mi trabajo alcanzaba para pagar la hipoteca y las cuentas básicas, por lo que, a duras penas, lograba estirarlo para comer y los pañales de Andrés. Me sentía completamente destrozada, porque no me entraba en la cabeza que Felipe no reaccionara. Tenemos un hijo pequeño con necesidades especiales al que alimentar, atender y dar terapias; pagar deudas y él en casa como un zángano.Todo ese amor desbordado que sentía por Felipe, se apagaba día a día. Llegar a casa y encontrar el mismo desorden del día anterior, haciendo la cena a última hora, mientras tuvo todo el día para hacerlo. Sé que ahora estaba dedicado a cuidar a Andrés y que nuestro pequeño es demandante, pero vamos, cuantas
Pongo algo de música y suena Freak on a Leash de Korn y entre la letra de la canción y el caos mental que sentía, volví a detener el auto, iba con Andresito, no podía correr peligro o arriesgarme a que nos pasara alguna cosa. Golpeo el manubrio en reiteradas ocasiones, dando gritos contenidos mientras las lágrimas me nublaban la vista.—¿Mami? —pregunta Andresito adormilado.—Sí, mi vida, no pasa nada. Vuelve a dormir —digo, mientras siseo para que se vuelva a dormir. Retomo la marcha porque sé que eso lo relajará.Suena mi móvil y es Melania, por lo que bufo.—Emi… Felipe llamó a Alfredo y le dijo que no iría a la entrevista —dice cabreada y no sé qué contestarle.—Ya no es mi problema, Melania, lo acabo de echar de la casa —digo lo más fría posible.—Ohh… Lo lamento, Emi —dice apenada.—Dile a tu marido que muchas gracias, pero que a mí no me diga nada, ese ya es problema de Felipe —digo seca, tratando de contener todo lo que siento al respecto.—No te preocupes. Pues… que tengas bue
FELIPEMe siento devastado, no sé cómo pude estar tanto tiempo sumido en este hoyo sin reaccionar ¡Por Dios! ¿Qué clase de hombre soy?, si he dejado toda la responsabilidad sobre Emilia… Tiene toda la razón del mundo para sentirse desilusionada. Tiene todo el peso de las deudas, la condición de Andrés, el trabajo y yo aquí, hundiéndome cada día, haciendo nada. Y me cuesta admitirlo, pero mi ego es el culpable, ya que no quería postular a ningún otro trabajo que no fuera relacionado a mi área, pero ya no más. Si ahora debo barrer las calles por sacar a mi familia, así será.—¡Se acabó! —digo en voz alta, por lo que ordeno un par de cosas en mi bolso. Ordeno un poco la casa y hago aseo, cosa que cuando volvamos, esté todo limpio y ordenado.Busco algo para comer en la nevera y veo que Emilia ayer había comprado algo especial, que ni siquiera sé con qué dinero lo hizo…Ay mi Emi… Cómo te pude fallar tanto como hombre —Pienso y niego, tomando la comida para calentarla y comer algo.Vuelvo
Dos meses después…Llamo a mamá como todos los días y la escucho mal, está muy agitada y la sentía decaída.—Mamá, te escucho mal, ¿Cómo te sientes? —pregunto preocupada.—Mal, hija, mal…—contesta apenas, por lo que mis alarmas saltan de inmediato.—¿Quieres que llame un médico, para que te vaya a ver? —pregunto sin saber cómo ayudarle.—Si… —Logra decir, y si lo acepta tan fácil, es porque reamente se siente mal.—Llamaré a tía Carmen, para que te acompañe —digo y cuelgo la llamada.Marco a tía Carmen y le comento que mamá no está bien, que le enviaré un médico para que la revisen y si la puede acompañar.Dos horas después…Vuelvo a llamar a casa de mamá.—¿Aló? —contesta tía Carmen.—Hola, tía, ¿Cómo vio a mi mamá? —pregunto nerviosa.—Hola, Emi. Tu mamá está dormida ahora, le estoy cocinando algo liviano, ya que no se ha sentido bien del estómago. Pero no la veo nada bien, Emilia —responde y mi preocupación aumenta.—Y ¿Qué dijo el médico? —pregunto.—Que eran crisis de pánico, que
FELIPEEsa noche, como normalmente hacen las personas creyentes, se hizo una cadena de oración en nombre de Angélica, pero Emilia optó por hacer algo mucho más significativo, que realmente me dejó sin palabras.Encendimos una vela y nos tomamos de las manos.—Mamá, te perdono por todo el daño, quizás sin querer, me has hecho a lo largo de mi vida… Te perdono por toda la sobreprotección que me diste, con la que me cortaste las alas, sin dejarme aprender a volar jamás… Te perdono por haber sido tan rígida, cuando yo sólo necesitaba un abrazo… Te perdono por todas las veces que me dijiste que estaba gorda, sin ayudarme a superarlo o a amarme tal como soy… Te perdono, porque sé que, en el fondo, todo lo hiciste porque querías que me convirtiera en la mujer fuerte, como lo soy hoy… Te perdono por cada vez que me regalaste algo material, en vez de decirme cuánto me amabas... —Toma un respiro, se seca las lágrimas y continúa—. Te perdono por todas las veces que hablaste mal de Felipe, sin sab