Sophia
Los ojos de Doña Stella se agrandaron de sorpresa cuando terminé de contar sobre el contrato de negocios que se había establecido entre Vítor y yo. La expresión de incredulidad en su rostro revelaba una mezcla de sorpresa y desaprobación ante la revelación que acababa de hacer.
― Espera, hija mía... ¿me estás diciendo que este bebé, este niño que estás esperando, fue tratado como un negocio? ― preguntó, con una mezcla de indignación e incredulidad en su voz.
Asentí, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. La simple verbalización de la situación lo hacía todo aún más angustiante. Era difícil aceptar que algo tan íntimo y personal como la llegada de un hijo pudiera reducirse a un acuerdo de negocios.
― ¿Vítor hizo esto? ¿Mi propio hijo? ― Doña S
TomásTerminaba de cepillarme los dientes, el agua del grifo corriendo mientras miraba mi propio reflejo en el espejo empañado. Esa rutina matutina, muchas veces automatizada, se convertía en un momento de reflexión amarga. Lavaba mi boca, pero la amargura persistía.Después de arreglar la habitación, observé el reloj. Aún faltaban dos horas interminables antes de arrastrarme a esa maldita empresa. La monotonía del trabajo parecía una sentencia de prisión que cumplía diariamente. Sin embargo, lo que más me corroía era la ausencia de noticias de Sophia.Hacía meses desde aquella situación desagradable en la casa de su abuela. La última vez que la vi, sus ojos reflejaban decepción y tristeza, una imagen que atormentaba mis pensamientos constantemente. No sabía dónde estaba, quiero decir, c
TomásAquella situación era inusual para mí. Nunca imaginé que llegaría el día en que yo, Tomás, pediría algo así. Pero la urgencia de salvar a Sophia de ese embrollo con Vítor me empujaba a tomar medidas extremas.Antony, mi amigo, me miró con sorpresa y preocupación, sus cejas fruncidas en incredulidad.— ¿Es en serio, Tomás? ¿No estás bromeando? — preguntó, como si esperara que reconsiderara esa solicitud absurda.Respiré hondo, sintiendo el peso de la responsabilidad y la urgencia.— Antony, estoy hablando en serio. ¿Tienes un arma o no para venderme? — pregunté, la seriedad en mi expresión contrastando con la incomodidad de la situación.Las palabras de Antony resonaron en mis oídos, mezclándose con el torbellino de p
VítorBernardo estaba entusiasmado hablando sobre la reunión con los americanos, pero mis pensamientos estaban lejos, perdidos en las preocupaciones que envolvían a Sophia y la situación complicada que estábamos enfrentando. De repente, un dolor agudo perforó mi pecho, interrumpiendo mis divagaciones.― Vítor, ¿estás bien? ― preguntó Bernardo, preocupado. Él conocía bien los signos de mi condición de salud e inmediatamente asoció el dolor con la posibilidad de una crisis.― Calma, Bernardo, no es nada grave. ― Traté de tranquilizarlo, ocultando la verdadera intensidad del dolor. ― Hace tiempo que no siento esto, tal vez sea solo una molestia momentánea.No quería preocupar aún más a mi hermano, pero la realidad era que los dolores en el pecho eran una advertencia como si algo pudiera pasar, est
SophaNo puedo creer lo que estoy viendo. Tomás está armado. ¿Por qué diablos tiene esa arma? Miles de pensamientos pasan por mi mente, tratando de entender lo que está sucediendo, pero antes de que pueda reaccionar, noto la mirada asustada de mi abuela. Necesito ir hasta ella, calmarla, pero Tomás me lo impide.― ¿Qué estás haciendo, Tomás? ¿Por qué tienes esa arma? ― Mi voz suena temblorosa, mi preocupación y confusión evidentes en cada palabra.Él me mira con una mezcla de determinación y rabia, sus ojos fijos en mí de forma intensa y perturbadora.― Aléjate, Sophia. No te metas en esto. ― Su voz es firme, pero también lleva un tono de desesperación, como si estuviera luchando contra algo que no puede controlar.Mi corazón se acelera, y un escalofrío recorre mi espalda. ¿
SophiaCorro hasta mi abuela, mi corazón apretado como si estuviera siendo aplastado por un puño de hierro. Cada paso es una lucha contra el dolor que me consume por dentro, una batalla para llegar hasta ella antes de que sea demasiado tarde. Las lágrimas empañan mi visión, pero aún puedo verla tendida en el suelo, tan frágil y vulnerable, su respiración débil e irregular.Me arrodillo a su lado, mis manos temblando mientras toco su rostro, ahora pálido y sin vida. Su piel está fría bajo mis dedos, y un sollozo angustiado irrumpe de mi garganta, desgarrándome por dentro.― Abuela… ― Mi voz sale como un susurro, apenas audible entre sollozos de desesperación. ― Por favor, despierta… Por favor…Pero ella no se mueve, no responde a mi llamado desesperado. Sus ojos permanecen cerrados, como si estuviera durmiendo un sue
VítorSalimos de la reunión con los americanos con un sentimiento de satisfacción indescriptible. Conseguimos cerrar un gran negocio que promete impulsar aún más nuestra empresa. Bernardo y yo intercambiamos miradas de alivio y entusiasmo, conscientes de que nuestro esfuerzo y dedicación habían valido la pena.Mientras caminábamos por el pasillo del edificio, no podía contener una sonrisa de oreja a oreja. Era una de esas victorias que valen la pena celebrar, un logro que marca un hito importante en nuestra trayectoria empresarial. Bernardo parecía igualmente radiante, y nuestros pasos eran más ligeros, cargados de un nuevo ánimo.― ¡Amigo, esto fue increíble! ¡Logramos cerrar uno de los contratos más grandes en la historia de nuestra empresa! ― Exclamé, sintiendo una ola de orgullo invadirme.― Es verdad, hermano. Este es
VítorFueron dos días de búsqueda angustiosa y desesperada. Desde el momento en que supe del secuestro de Sophia, cada segundo parecía una eternidad. Intenté seguir pistas, contactar a conocidos, buscar cualquier información que pudiera llevar al paradero de ella, pero todo fue en vano. La desesperación y la impotencia se apoderaron de mí mientras el tiempo pasaba sin noticias.Finalmente, Bernardo llegó con la noticia del entierro de los abuelos de Sophia. La sensación de alivio temporal por saber que este aspecto había sido resuelto fue rápidamente eclipsada por la urgencia de encontrar a Sophia. Bernardo parecía abatido, como yo, pero estaba enfocado en garantizar que esa parte del duelo fuera tratada adecuadamente.― Bernardo, ¿y Sophia? ¿Qué descubriste? ― Pregunté, mi corazón acelerado con la ansiedad y la esperanza
SophiaAbrí los ojos lentamente, tratando de ubicarme. Estaba acostada en una cama desconocida, en una habitación extraña que no reconocía. Al mirar a mi alrededor, mi mente comenzó a llenarse con destellos de la tragedia que había ocurrido dos días atrás.Los rostros de mis abuelos vinieron a mi mente. Los vi allí, frente a mí, asesinados brutalmente por Tomás. La escena se repetía en mi cabeza, y no podía escapar de la sensación de terror e impotencia que sentí en ese momento.Intenté levantarme de la cama, pero pronto me di cuenta de que algo no estaba bien. La puerta de la habitación estaba cerrada con llave. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y un sentimiento de desesperación se apoderó de mí. Grité, pidiendo ayuda, esperando que alguien pudiera escucharme y venir