La familia

El auto prácticamente regresó al recinto de Simón a una velocidad vertiginosa. No había otro lugar al que pudiera ir. Nadie más que pudiera darle las respuestas que necesitaba con tanta vehemencia. No hubo retroceso en el acelerador de su furia.

El poscombustión de su llegada lo lanzó como un cohete desde el garaje y a través del complejo, haciendo girar las cabezas del personal de la tarde.

Otros ojos más sabios rehuyeron su ferocidad. Los guardias que patrullaban los terrenos supieron capear la ira de sus jefes.

Aunque, ninguno de ellos había soportado jamás su ira; Jasha nunca había desatado a la criatura que mantenía envuelta en capas de hielo, en lo más profundo.

Ahora estaba despierto y cantando por la sangre, como un rugido de ventanas, o un toro gruñendo, echando espuma por la boca. La suya era elegante, obsidiana y víbora. Se enroscó a su alrededor como una corona de violencia mortal, un halo de muerte.

Alimentando combustible para el fuego negro de su alma, echó todas las
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