Capítulo 76
Dios es testigo, nunca había sido tan venenosa con nadie. Pero Juana se lo merecía.

A pesar de mis palabras, Juana, con su temple de acero, no se dejó afectar. Se acercó a mí y, en voz baja, me dijo.

—Sofía Rodríguez, recuérdalo bien. Cualquier cosa que te guste, me aseguraré de quitártela. Y si no puedo tenerlo, lo destruiré. Si yo no lo puedo tener, tú tampoco.

Sus palabras me dejaron perpleja. Con voz fría, le pregunté.

—¿Por qué me odias? No nos conocemos. Si tienes algún problema, ve al médico antes de que sea tarde.

Juana soltó un resoplido.

—¿Por qué te odio? Ya lo descubrirás. No te preocupes.

Sentí curiosidad, pero no pude encontrar una respuesta.

Debido a que Alina llamó a la policía, los agentes llegaron rápidamente y nos llevaron a la comisaría.

Pelear en público tiene consecuencias graves.

Yo conté la verdad y Juana no negó nada, manteniendo una actitud arrogante que incomodaba incluso a la oficial que tomaba la declaración. Alina intentó mediar diciendo:

—Deberían llegar
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