Hugo no se había ido de inmediato; estaba de pie afuera, escuchando nuestra conversación.Afortunadamente, había un espejo en la puerta que permitía ver a las personas fuera, aunque desde fuera no se podía ver el interior.Diana, siempre astuta, captó mi señal de inmediato y cambió el tema diciendo:—¿Tú crees que Hugo se va a quedar resentido conmigo? Es que me enojé mucho, ¡tú con fiebre de cuarenta grados! Si hubiera subido más, estarías cocida. ¿Cómo te estuvo cuidando? ¡Me enoja tanto!—¡Diana, no insultes a mi marido! —seguí el juego—. Fuiste demasiado brusca. Estás enojada, pero él es inocente. ¿No viste lo cansado que estaba? Cuidándome toda la noche, seguro que ni cerró los ojos un momento.—Es que me preocupo por ti. De repente me dicen que estás hospitalizada, ¿cómo no iba a preocuparme? —Diana respondió, fingiendo sentirse culpable—. Quizás debería disculparme luego. Pero Hugo sabe cómo soy, siempre ha sido comprensivo, seguro no me guarda rencor, ¿verdad?—Él es comprensiv
—Háblame en español —Diana me lanzó una mirada exasperada.—Solo digo que, sin pruebas contundentes para meter a Hugo en la cárcel, debo ser paciente…—Sí, tienes razón —Diana reflexionó—, pero si seguimos así, ¿cuándo terminaremos? No es bueno alargar esto demasiado. Cuanto más tiempo pase, más posibilidades hay de cometer errores.—No lo sé —respondí con desánimo—, iremos viendo sobre la marcha.—Creo que Hugo no aguantará mucho tiempo. Esa mujer está tan desesperada que hasta vino al hospital. Seguro que Hugo está ansioso por deshacerse de ti, —dijo Diana, frunciendo el ceño, su rostro hermoso marcado por la preocupación—. Sofía, por favor, ten mucho cuidado. Si notas cualquier cosa rara con Hugo, avísame de inmediato. No vayas a enfrentarlo sola.—Lo sé. Oscar me lo ha dicho muchas veces: la ley requiere pruebas. Encontraré pruebas contundentes para que Hugo pague por sus crímenes. —Pensé en Oscar, a quien Diana me había presentado—. Gracias, Diana. Si no fuera por tus contactos, n
No es por ser mal pensada, pero en cuanto Hugo mencionó lo del viaje, lo primero que pasó por mi mente fue: «¿me quiere matar?»Con su infidelidad, el seguro de vida enorme, la muerte de nuestra bebé y el asunto de la leche envenenada, no pude evitar pensar en eso.Mi primer pensamiento fue: «¿Por qué Hugo quiere llevarme de viaje de repente?»¿Descubrió algo sospechoso en mí?¿Por qué no espera a que el seguro de 1.5 millones de dólares se haga efectivo?¿Está tan desesperado porque la otra mujer le dio un ultimátum anoche?Contuve mi sorpresa y, con una voz casual, le pregunté:—¿Hmm? ¿Por qué de repente quieres ir de viaje?Hugo, emocionado, me abrazó por los hombros.—Primero, porque se acerca nuestro aniversario, y segundo, porque los próximos dos meses estaré lleno de trabajo, con el proyecto a tope, y no tendré tiempo para vacaciones. Así que pensé en aprovechar ahora. Siempre he querido llevarte de viaje, pero el trabajo no me dejaba.—¿Pero no estás a punto de cerrar un trato
Después de tres días en el hospital, permanecí bajo observación y con tratamiento intravenoso.Hugo iba a la empresa durante el día y venía a acompañarme por las noches. Me contaba emocionado que ya había preparado el itinerario, enumerando todas las actividades y comidas que disfrutaríamos en la Colina Clara.El día de mi alta, Hugo iba a recogerme, pero el director de Viviendas MX lo llamó de emergencia, lo cual me alegró enormemente. Aproveché para pedirle a Diana que viniera a buscarme.Diana llegó directamente del trabajo, luciendo impecable. Llevaba un maquillaje perfecto y un peinado que, aunque parecía casual, estaba cuidadosamente arreglado. Su collar y pendientes de perlas australianas combinaban a la perfección con su pequeño vestido negro estilo Audrey Hepburn, exudando elegancia y sofisticación. Llevaba una chaqueta blanca sobre el brazo y un bolso Birkin de Hermès en la mano, proyectando la imagen de una verdadera ejecutiva de alto nivel.La Maestra Castro, con ese aire d
Me quedé intrigada. ¿Qué hacía Sebastián aquí? ¿Venía de visita? ¿Estaba enfermo?No tuve mucho tiempo para pensar, pues Diana ya había traído el coche frente a mí.Al verme mirando hacia aquel lado, preguntó.—¿Qué estás mirando tanto?Al subirme al coche, mientras me ponía el cinturón, respondí.—Maestra Castro, creo que acabo de ver a Sebastián.—¿Estás segura? ¿Sebastián aquí? —Diana se burló—. Esas personas de clase alta, si van al hospital, van a esos privados que son súper lujosos y limpios, o tienen médicos familiares. Además, ¿no dijiste que compró una casita cerca de tu vieja casa? La oficina de él está como a veinte o treinta kilómetros de aquí. ¿Qué haría por aquí? Seguro lo confundiste.La maestra Castro tenía razón. Pensé, seguramente me equivoqué.En ese momento, Diana me preguntó de repente.—Oye, Sofía, ¿tú y Sebastián se conocían de antes?—¿De antes? —respondí—. Tú sabes que él era alumno de mi papá y solía ir a mi casa.—No, me refiero a, aparte de eso.—No, ¿por qu
Al escuchar esto, me sorprendí un poco. Desde el fondo de mi corazón, sentía que ese «ella» de quien hablaba Sebastián, definitivamente no era yo.¡Cómo podría yo tener algo que ver con el príncipe azul, Sebastián!Diana continuó:—Y así empezaron a pelear, hasta que las enfermeras los separaron. En ese momento, no le di muchas vueltas al porqué Sebastián decía que te conocía primero y Hugo no lo negó. Pero ahora que últimamente mencionas que te encuentras seguido con Sebastián, me acordé de eso.Me quedé en silencio.Diana me miraba con curiosidad.—Piensa bien, ¿seguro que no conocías a Sebastián de antes? Tal vez simplemente no lo recuerdas.Negué con firmeza.—De verdad no lo conozco. Tal vez escuchaste mal en ese momento.—¿En serio? —Diana tampoco estaba segura—. ¿Acaso estaban hablando de otra persona? Pero, ¿quién más podría haber sido motivo de disputa entre Hugo y Sebastián?—Maestra Castro, Hugo nunca me dijo que fue Sebastián quien me salvó. Cuando desperté, le pregunté y é
Diana me llevó a una zona comercial cercana y encontramos un restaurante con jardín para desayunar.Después de sentarnos y pedir, le conté a Diana el plan de Hugo.Diana, al escucharme, dejó su taza de café en la mesa y no estuvo de acuerdo con que fuera.—Sofía, creo que ese imbécil no tiene buenas intenciones. Si vas sola, caerás en su trampa. No podemos darle esa oportunidad.—Lo sé, —la calmé—. Sé que Hugo podría no tener buenas intenciones, pero, Maestra Castro, esta podría ser mi única oportunidad de hacer que confiese la verdad.—Estás jugando una carta muy peligrosa, —dijo Diana levantando una ceja—. No lo permitiré.—Maestra Castro, ¿sabes? Estos últimos meses no he podido dormir bien. Cada vez que cierro los ojos, solo veo a mi bebé acurrucada en el congelador, tan indefensa.—Sofía, sé que estás sufriendo. Pero tu bebé está en el cielo y no quiere verte así. —Diana habló con un tono más suave—. Cada niño es un ángel para su madre. Tu bebé ahora debe estar en el cielo, miránd
Diana apoyó una mano en su mejilla, mirándome coquetamente y guiñándome un ojo.—Esa noche no pudimos enfrentarlos en el baño. Ahora que ella se nos ha puesto enfrente, ¿no sería descortés dejarla ir así sin más?De inmediato entendí su insinuación.Desenmascarar a la amante de Hugo… ¿cómo no iba a querer hacerlo?Aunque mis sentimientos por Hugo, ese maldito desgraciado, ya estaban muertos, el odio que sentía por la humillación que me hicieron pasar él y esa mujer quedaba grabado en mi corazón. La maestra Castro tenía razón, ¡una oportunidad así no podía dejarla pasar!Asentí y sonreí.—¡Por supuesto!Diana, siempre tan ingeniosa, dejó que sus ojos negros y brillantes giraran un poco antes de tener una idea. Me miró con confianza y levantó la barbilla.—Déjamelo a mí.Justo cuando Diana iba a levantarse, le agarré la mano y negué con la cabeza.—Maestra Castro, esto lo hago yo.Diana se quedó sorprendida.—¿Hmm?—Ella se metió con mi esposo, así que es a mí a quien le toca enfrentarse