Nolan giró la cabeza para mirarla y se quedó boquiabierto.

Maisie vestía su camisa blanca que apenas le cubría los muslos. Su cabello largo le caía en cascada por la espalda, y las mangas sueltas le cubrían las manos por completo. Dejaba el cuello ligeramente abierto, lo que le daba a Nolan la oportunidad de echar un vistazo a su cuerpo.

Él sabía que era una pequeña traviesa, pero no esperaba que verla con su camisa puesta le hacía un tormento tan intenso.

“¿Está lista la cena, Nolan? Tengo hambre”, dijo Maisie. Se sacudió las mangas débilmente mientras se acercaba a la mesa para tomar un poco de agua.

Nolan chasqueó la lengua y bajó la calefacción. Se acercó a Maisie y la envolvió entre sus brazos. Con las cejas levantadas, preguntó: "¿Otra vez tienes hambre?".

La mano de Maisie que sostenía el vaso tembló.

Fue solo cuando su estómago rugió que Nolan se rio y le alborotó el cabello. "Solo estoy bromeando contigo. La cena está lista”.

Nolan llevó la cena a la mesa. Había prepar