Maisie sonrió. "En tus sueños".

Daisie soltó la mano de Nollace en el patio y se dio la vuelta. "¿Por qué no me dijiste que venías?".

Nollace se apartó el cabello a un lado de la cara, se lo colocó detrás de la oreja y esbozó una leve sonrisa. "¿Acaso soy impresentable?".

"Claro que no". Explicó ella: "Pero, ¿y si mi padre te complica la vida porque no estaba aquí?".

Nollace se detuvo un segundo, bajó la mirada y su sonrisa se intensificó. "¿Crees que me intimidaría una situación difícil?".

Daisie sacudió la cabeza. "Tienes la piel demasiado gruesa para preocuparte".

Se rio en voz alta. "Me alegro de que lo sepas".

La luz del atardecer se derramaba sobre el lujoso patio, haciéndolo parecer una pintura. Los sirvientes que pasaban miraban hacia el interior del pabellón. Cuando estaban juntos, los dos parecían incluso mejores que el impresionante paisaje.

Daisie giró la cabeza y su mirada se clavó en Nollace.

'Hace tres años que no lo veo, y parece que se volvió más deslumbrante.