Daisie sintió que no era lo suficientemente fuerte porque a él le resultaba muy fácil jugar con ella.

"¿Quieres verme?".

"Ya no vivo en el dormitorio".

"Lo sé”.

Daisie se rio entre dientes. "¿Cómo lo sabes?".

Nollace se rio. "Porque estoy abajo".

Daisie miró por la ventana y vio un coche estacionado cerca con la ventana hasta la mitad. Inmediatamente reconoció un rostro familiar.

El sol de la tarde brillaba en el horizonte y bañaba el cielo del oeste.

Daisie salió a la calle con un vestido holgado y una chaqueta delgada.

Nollace estaba parado junto a su coche. Era un hombre alto y de proporciones perfectas, y vestía una camisa que se veía muy bonita en el atardecer.

Se veía maduro, apuesto y encantador.

Daisie estaba demasiado hipnotizada por eso y cayó en sus brazos al tropezar.

Nollace la sujetó por la cintura y acarició su cabello oscuro y liso. "No hay necesidad de apresurarse. No me voy a ningún lado".

Él no pudo evitar reírse de ella.

Daisie apoyó la cara contra