Capítulo 8
Mientras César se apoyaba en la pared, apretando con fuerza mi celular, este volvió a timbrar.

Eché un vistazo y era una llamada de Alonso, mi tercer hermano.

Alonso, un talentoso pintor, siempre le encantaron los colores vistosos.

Hace cuatro días, le había conseguido un raro pigmento de Veracruz, creyendo que le encantaría.

Sin embargo, no esperaba haber muerto antes de que Alonso recibiera esta sorpresa.

César contestó la llamada, y Alonso, con un tono más suave, dijo: —Olvídate, Flora, no te enojes.

—Cometiste un error, no importa dónde estés, vuelve rápido, te protegeré.

Mientras Alonso seguía hablando, César lo interrumpió con displicencia: —Alonso, ¿les diste la orden de quemar ese cuerpo? ¡Esa podría ser nuestra hermana!

La voz al otro lado de la línea se detuvo de inmediato.

Pero al siguiente segundo, la voz comenzó a temblar: —¿Es posible que realmente...?

—No puede ser, Flora no puede haber terminado así, solo la encerramos en el sótano durante tres días, ¿cómo podrí
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