Dunedin

Gabriela

Estar de regreso en el pueblo de Dunedin, es como si mirara 5 años atrás cuando estuve con mi tía Rosiris, y muy amablemente una persona nos tendió su mano para que pudiéramos llegar a la ciudad de Miami. Miro las casas, el mercado, la gente y siento como si nada de lo que viví hubiese pasado. Es más, creo que si no estuviera con mi superhéroe al lado pensaría que nada de lo que experimente en esa cabaña, con dominó existió.

Mauricio sigue mis indicaciones y estaciona el auto frente a la iglesia del pueblo, para después bajarnos con intenciones de entrar, pero nos percatamos que están en misa, y debe ser porque salimos muy temprano con el fin de regresar temprano, pero como van las cosas hasta la hora del almuerzo nos cogerá en este lugar.

―No seas tan desesperada solo quedan unas cuantas personas ―Me dice Mauricio señalando el personal, que hay en la iglesia mientras camino de un lado para el otro.

―La paciencia no es una de mis virtudes, y eso lo tengo más que claro, te con
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