Por Javier

Le propuse dar una vuelta en barco, era un yate en realidad, no muy grande, teníamos otro enorme barco atracado en el puerto, nunca cruzamos hasta Europa pero está perfectamente habilitado para hacerlo.

Llamé a Juan y en 30 minutos estaba todo listo para zarpar, calcule un paseo de 3 horas.

Verla envuelta en esa camisola blanca, playera, que se transparenta y dejaba ver esa biquini negra y diminuta que se le adivinaba el perfecto culo y el espectacular pecho, Dios, la deseo como un burro, si es que los burros pueden desear así.

Me acerco y la abrazo, éste abrazo ya no es tan amigable, tenía otras intenciones, ella ya está mejor y yo...yo no dejo de ser Javier.

Ella confiaba en mí porque cuando lloraba no intenté nada, pero ahora…ya no lloraba, parecía disfrutar de viaje, por favor, me la quiero voltear.

Le empiezo a besar el cuello, ella se va relajando…

Siento un fuego interno que me quema vivo cada vez que estoy con ella, es inevitable.

-Veni Cami, la sala de abajo tiene